Este libro intenta darnos respuestas. La obra es resultado de un proyecto de investigación en el que Germán Pérez se propuso conocer los efectos y reajustes en la vida cotidiana de las personas generados por los cambios políticos, económicos y sociales que hemos vivido en México en los últimos años. Estos cambios, considera su autor:
[…] han generado un fuerte malestar individual y colectivo que se manifiesta a través de miedos, inseguridades, pérdida de referentes, apatía, racionalidades cortoplacistas, y otra serie de síntomas que dan cuenta de la necesidad de proyectar políticas que reconstruyan los mapas interpretativos de la realidad, recuperen las expectativas sociales e individuales, y fomenten las potencialidades de los sujetos.
De lo contrario, nos plantea, el malestar puede tener importantes efectos de ingobernabilidad.1
Si bien en México hemos avanzado hacia la democracia y algunos sectores de la economía se han logrado insertar en la economía mundial, en nuestro país aún persisten fuertes desigualdades sociales, se ha incrementado la inseguridad, se han roto los lazos de solidaridad social y carecemos de mapas de interpretación sobre esta nueva realidad. La persistencia de una fuerte polarización, la desintegración del tejido social y la generación de inseguridades son factores que muestran el desajuste existente entre la evolución sistémica y la subjetividad a partir de la consolidación del malestar. Es decir, la brecha entre la evolución de los sistemas económico, político y social y la construcción de un ámbito de vida cotidiana satisfactorio generan malestar. Nuestro reto, nos propone, es contribuir a elaborar nuevos diagnósticos sobre la realidad social que tengan en cuenta las apreciaciones y expectativas individuales, así como la construcción de puentes entre los sujetos y la sociedad.
El libro se estructura con una introducción y dos capítulos de carácter teórico (87 páginas) y de un anexo que refiere a una encuesta (emas-2002) que proporciona la base empírica de esta investigación y que ahora nos presenta como una parte del resultado (30 páginas). Es un libro que se recorre sin mayor contratiempo y cuyas 87 páginas de intención teórica funcionan como una plataforma conceptual que ordena, define y discute los problemas que han interesado al autor explorar y analizar. Además de la encuesta, la investigación se fundamentó en el trabajo con grupos de discusión que proporcionaron conjuntos de testimonios aprovechados de manera complementaria a la encuesta. El anexo es una exposición ordenada del instrumento metodológico que otorga base y fundamento a las reflexiones y afirmaciones del autor. En cierta medida, los dos capítulos que le anteceden son reformulaciones conceptuales que se han nutrido de los hallazgos logrados mediante la encuesta realizada. Son once bloques temáticos que exponen lo más relevante encontrado, donde se ejemplifica mediante 23 gráficas en correlación con los datos y con la inclusión de fragmentos testimoniales que aportan la mirada cualitativa de actores concretos del México contemporáneo. El instrumento metodológico es un cuestionario titulado “Encuesta Nacional sobre Malestar Social” que se aplicó a 3,226 personas, tanto en el medio urbano como en el rural. Aunque no se reproduce el instrumento en sí mismo, la exposición de los bloques problemáticos y los temas abordados nos permiten apreciar la estructura, el tipo de preguntas y el diseño de la encuesta. Su objetivo era contribuir a esclarecer los efectos de la modernización en dos núcleos problemáticos: la gobernabilidad y la subjetividad social. Funcionó como un recurso para aproximarse a los efectos de la modernización en nuestro país, no tanto para su medición con variables a priori determinadas, sino como un instrumento abierto a la recogida de datos procedentes de la subjetividad de los encuestados. Su análisis le permite al autor reflexionar y dar cuenta del complejo proceso de individualización imperante en la actualidad, así como del evidente deterioro y ruptura de los lazos sociales conocidos y positivamente valorados con anterioridad por la sociedad.
El autor parte del supuesto de que en las sociedades actuales se viven tres tipos de malestar subjetivo:
1. El cultural que consiste en la sensación de inseguridad existencial y de futuro, acompañada de escepticismo sobre las instituciones políticas y sociales.
2. El malestar con la democracia: que se expresa en la desconfianza y falta de credibilidad hacia las instituciones y prácticas democráticas.
3. El ético: porque se cuestionan las normas vigentes, se expande el relativismo, se desdibujan los valores y se padece una profunda crisis de sentido.
Conjunto de malestares que se manifiestan en tres facetas:
1. El miedo a los otros, expresado en términos de conflictos latentes e intolerancias entre diversos grupos y clases sociales, territorios y grupos étnicos.
2. Deslegitimidad frente a los sistemas, manifestado a partir de la apatía política, el bloqueo social y el rechazo a la mercantilización de las relaciones sociales.
3. El sinsentido, racionalizado a partir de la autoexclusión, la ausencia de referentes y la pérdida de identidades.
La categoría central del análisis es el malestar social. La hipótesis que orienta el trabajo, en primer término, es que el malestar social guarda un estrecha relación con los recursos (elementos de control de vida) con los que cuenta una sociedad para darse a sí misma certidumbre y sentido a sus acciones. Estos recursos pueden ser objetivos/institucionales (como la seguridad pública o social, la eficiencia en políticas públicas, etc.) o subjetivos, que se definen en relación a los capitales sociales, relacionales, familiares o culturales. Una mayor eficiencia institucional, así como la acumulación de capitales, corresponde con más elementos de control de vida, mayor previsibilidad en las acciones, mayor certidumbre, seguridad y bienestar (p. 8).
El libro de Germán Pérez es así un argumento para la visibilización e inclusión de lo que define como los elementos de control de vida en la agenda, los temas y la acción de los diferentes niveles de gobierno, en relación tanto a la creación como a la ejecución de políticas públicas que las reconozcan y las tematicen como objetivos problemáticos para su atención. Lo que importa, entonces, es que estos elementos de control de vida sean visibles y se perciban como aspectos problemáticos a darle seguimiento por el gobierno y sean efectivamente considerados como prioridades para la legitimidad política y la gobernabilidad.
El impacto de la modernización no podrá apreciarse en toda su magnitud si no se consideran las diferentes dimensiones, tanto objetivas como subjetivas. De igual manera, no habrá que considerar sólo los efectos económicos sobre la sociedad, también habrá que considerar los impactos del tal “modernización” en los individuos y en sus subjetividades; de ahí que considerar el “malestar social” es una contribución a la comprensión de la complejidad de las transformaciones sociales contemporáneas. Mientras el Estado no perciba la necesidad de valorar las condiciones subjetivas de la población y aprecie las dimensiones del malestar social, no se podrá entender y actuar de forma integral. Al autor le interesa, por lo tanto, indagar las posibilidades que posee la sociedad globalizada y cíber-tecnologizada para enfrentar estos retos y las opciones que tiene para reconstruir los elementos o medios de control de vida debilitados, aunque sea a partir de nuevos referentes y bases societales.
El optimismo no es un ingrediente común al valorar los retos que enfrenta nuestro país en la actualidad. La globalización y los procesos de cambio estructural experimentados en el país en las últimas dos décadas, han dejado un Estado reducido y vulnerable pero también a una sociedad que en su mayor parte está sumamente desprotegida y en condiciones de pobreza y exclusión. Poco se puede esperar del Estado mexicano en este contexto novedoso, la brecha entre las élites dirigentes y la ciudadanía es cada vez más grande y el desencuentro entre las expectativas de uno y de otro se va radicalizando. La gobernabilidad va en franco retroceso conforme se avanza en las conexiones trasnacionales y en la apertura sin control a las lógicas de los mercados internacionales y toda su parafernalia especulativa. Las lógicas y lazos comunitaristas se degradan o se disminuyen de frente a la individuación y a la ruptura de las certidumbres tradicionales. Frente al malestar social en crecimiento, el Estado solo reacciona de modo paliativo y conservador, sin precisar las causas de los cambios ocurridos.
La experiencia social sobre los efectos de la modernización se expresa en las diversas caras del malestar social: la inseguridad, la incertidumbre respecto al futuro, la fragilidad del Estado de derecho, el abandono de lo que pudo ser el Estado benefactor, el riesgo de la violencia y el crimen, el deterioro de las condiciones materiales de vida, la marginación a los recursos de control y satisfacción de las necesidades más vitales, etc. En estas circunstancias, la reflexión que emerge es que a mayor malestar social, la observancia ciudadana de las normas y de la civilidad disminuye. El Estado está tan debilitado y achicado que su inoperancia y su ineficacia es más evidente en tiempos como los actuales, cuando se espera que actúe y que resuelva de una vez por todas las bases de los problemas nacionales impostergables. Al no hacerlo, o al hacerlo pésimamente, la confianza y por ende la legitimidad que se tenía en el Estado se fractura y la desesperanza ciudadana en el futuro se instala como lo real posible.
Aunque la modernización conlleva un incremento de la complejidad social, no se puede obviar que produce un deterioro de los recursos o medios de control de vida. Los resultados que trae consigo, ya se mencionaban, son el descontrol social, la incertidumbre a lo que vendrá, la ruptura de los mapas mentales usados y apropiados, la subjetividad vulnerada por las nuevas condiciones de existencia, y otras más que reducen la previsibilidad de las acciones sociales o individuales. Pero a pesar del debilitamiento del Estado-nación contemporáneo, y del incremento del malestar social, el autor de este libro apunta que existen procesos que dan cuenta de la resistencia civil, de procesos de autoconservación y revalorización de las identidades fluidas, de la resignificación y la adaptación a los cambios drásticos que afectan el mundo tal como lo conocíamos y que se aprecia ahora “como si estuviera con las patas hacia arriba” —parafraseando al historiador Christopher Hill al valorar los cambios en el antiguo régimen en Inglaterra.
Es sugerente la apuesta del autor donde apunta que el malestar social estará en relación con la existencia de recursos o medios para el control de vida que posea una sociedad y de esta manera preservar la certidumbre y el sentido en sus acciones. Esta propuesta sobre el análisis de la existencia, tipos y calidades de medios (o recursos) para el control de vida es relevante en tanto consideremos que estos controles tienen una cualidad relativa y que operan en contextos históricos determinados, en situaciones móviles y con resultados que no siempre son los deseados. Por ejemplo, durante buena parte del siglo xx, el número de hijos en la familia campesina era un recurso central para enfrentar las demandas del trabajo y la eficiencia de la mano de obra familiar: mientras más operarios, mayor ingreso en dinero o especie se lograba. Ahora ya no funciona igual, los medios cambian sus funciones y sus posibles alcances en el manejo de las situaciones sociales y más aún en los periodos de crisis. El control, por lo mismo, es relativo y circunstancial a la situación que experimenta el sistema social. La distribución desigual y el acceso diferencial a los recursos es además una cuestión de poder donde la mayor parte de la sociedad está en desventaja y excluida.
En este sentido, el autor también examina los cambios producidos en torno al ámbito laboral, o sea, el mundo del trabajo, y por otra parte —pero también vinculado al trabajo—, lo que acontece en la esfera de las familias. La desprotección y la inseguridad se instalan en la flexibilidad y precariedad de la vida laboral, mostrando que la concepción y centralidad del trabajo productivo ha sido radicalmente transformada. De igual manera, las formas y modelos de organización familiar han sido trastocados y esta institución ha sido multi-formateada y de todos modos aparece como el reducto ineludible frente al deterioro de las certidumbres sociales y frente al mundo hostil que se impone en su entorno. El trabajo y la familia son dos aspectos cruciales que evidencian los efectos de la modernización en sus aspectos cuestionables y no previstos; son ventanas a la experiencia del malestar social en la escala de lo local y de lo microsocial.
Dimensiones del malestar social
En este libro se abordan cinco dimensiones de un mismo problema, las cuales mencionaremos a continuación:
1. Malestar, incertidumbre y crisis económica
“El desempleo estructural se encuentra estrechamente vinculado con el malestar social, en la medida en que irrumpe en las esferas más íntimas de los sujetos, pues la familia y la individualidad misma se ven alteradas”, se afirma, en la medida en que se ven perturbados tanto la identidad como los roles que el individuo asume en sociedad (p. 14). De hecho, 36.5% de los encuestados considera que el principal problema que se vive en México es el económico y 11.5% que son el desempleo y los bajos salarios. Como es de esperarse, 58% considera que el desarrollo económico en el país ha empeorado, 52% que la situación personal respecto a los últimos años es más difícil y 61% considera que esta situación se agravará en los próximos años. Lo anterior genera malestar en el presente y preocupación sobre el futuro próximo.
Una de las fuentes de incertidumbre en los jóvenes es la originada por el empleo flexible. El 28% de los encuestados se siente inseguro por no poder mantener su trabajo y 66.4% considera que no es fácil conseguir otro. La ausencia de oportunidades laborales y movilidad social se vuelven cada vez más una realidad ineludible para ellos (p. 99). Además, los jóvenes se reconocen como una generación que nació y ha vivido en un México en crisis: “Nosotros somos generación con crisis… todos somos generación de crisis… todos nacimos con crisis y moriremos con crisis…” (p. 99)
Hasta hace poco tiempo, la educación permitía cierta movilidad social. Hoy en día no sólo se ha roto la esperanza de la movilidad, sino que por falta de recursos se ha incrementado la deserción escolar en etapas cada vez más tempranas. Una carrera universitaria no asegura un empleo, tal es la certeza que manifiestan los jóvenes entrevistados: “es la incertidumbre que sientes que se está creando en el joven, que si encuentro o no encuentro trabajo, si no encuentro ¿qué hago?” (p. 109).
Sin embargo, al autor plantea que si bien las crisis y las transformaciones en la economía bajo el modelo neoliberal son generadores de incertidumbre, este ámbito no es el único, “ni acaso la mayor razón del malestar social” en la medida en que la resolución de los problemas económicos también puede crear malestar social no precisamente por sus efectos directos —por ejemplo, en el consumo— sino por sus consecuencias colaterales: individualismo, anomia y soledad (p. 32). La falta de empleo, la falta de certidumbre laboral y las crisis económicas generan malestar social pero, añade, este malestar se genera sobre todo por los ajustes y desajustes que se viven en el ámbito de las formas de control de vida, relacionadas con la construcción y reproducción de los capitales social, relacional, cultural y familiar.
2. Cambios generados por la modernización
Los ajustes en el manejo de la política, afirma Germán Pérez, “han derivado en la ruptura de referentes sociales aceptados tradicionalmente como elementos de control de vida y previsibilidad de acciones. La modernización ha traído consigo un desajuste institucional que genera incertidumbre” (p. 9). A los encuestados se les cuestionó sobre los cambios que ha traído la modernidad. A la pregunta: ¿Qué se traería del pasado al presente? 23% considera que la cultura era mejor en el pasado, 20% que la situación económica era mejor y 10% que se vivía con menor inseguridad.
Una de las personas que participaron en un grupo de discusión, por ejemplo, trataba de describir, dominada por un sentimiento de pérdida, la manera como había cambiado sus formas de vida:
¿Qué ha significado para mí todo esto? Yo diría como que es una contradicción, (me siento) como más solitaria, (y) hemos perdido mucho el sentido de la vida […] hoy nuestros descansos son lo que jamás fueron para nuestros padres, el fin de semana que era dedicado a la casa. […] Está uno agotado. […] ¿Y la televisión? Ha quitado hábitos de lectura, pero algo peor, ha desintegrado a las familias…
Este sentimiento de pérdida se refiere a los valores que orientaban la vida antes:
Mis papás se separan, yo creo que a lo que más le doy valor, no tanto a los social, a lo político, a lo económico, sino más bien a la situación familiar, y yo me doy cuenta de cómo la gente verdaderamente está falta de valores, valores sociales cívicos, familiares, y se refleja en mi casa (p. 98).
En una investigación de corte antropológico sobre familias en situaciones de crisis que desarrollamos vinculados con el proyecto de investigación del libro que ahora examinamos, encontramos que muchas de ellas han sufrido desajustes y rupturas que los llevaron a vivir incertidumbres. A pesar de transitar por situaciones de conflicto, algunas batallas fueron ganadas, como la lucha contra la violencia intrafamiliar y, en el proceso, lograban construir nuevos proyectos de vivir en familias y/o relaciones de pareja más equitativas y democráticas.
En situaciones difíciles, antes se podía recurrir a familiares, amigos o instituciones. Ahora, sin embargo, las personas se sienten abandonadas a su suerte. La mayoría de los entrevistados, por ejemplo, manifestaron que la alternativa para hacer frente a esta crisis dependía de los recursos propios (65%), solamente 14% confiaba en la ayuda de familiares y amigos, aunque algunos (16%) consideraron que el gobierno tenía la obligación de ayudarlos para solucionar los problemas ocasiones por la pérdida de empleo y frente a las condiciones económicas adversas que enfrentaba el país. Pese a que 60% de los encuestados consideran que es responsabilidad del gobierno acabar con la pobreza, 30% piensa que salir de la pobreza depende del esfuerzo personal.
3. El deterioro de las instituciones
Las instituciones, considera Germán Pérez, logran ser legítimas cuando los ciudadanos se identifican con ellas. Pero en México las instituciones no funcionan, afirma, lo que hace que algunas personas piensen que tanto el gobierno como las instituciones son incapaces de dar respuesta a los problemas públicos:
Debido a la crisis económica, los servicios asistenciales del issste y del Seguro se han visto muy afectados porque ya no hay medicamentos. Entonces la gente tiene que comprar… La gente que trabaja en estas instituciones menciona que ya no hay ese subsidio que había antes para comprar medicamentos… ha afectado la salud de la gente porque no tiene con qué curarse (p. 104)
Este debilitamiento de las instituciones genera malestar y desconcierto:
Yo diría que… porque sí estoy molesta, damos todo. Trabajamos, estudiamos, todo, y el gobierno no nos hace caso, no vemos que las instituciones funcionen, no vemos que nuestra sociedad funcione, no sabemos ni dónde estamos parados (p. 104).
La ineficiencia institucional, sumada a la ausencia de los capitales social, relacional, familiar y cultural, da lugar a una situación de desesperanza y descrédito del sistema en su conjunto, en el que los individuos no valoran los beneficios de permanecer dentro del mismo ni obedecer autoridades, leyes o reglas de la convivencia social (p. 10).
4. Incertidumbre, desconfianza e inseguridad pública
En México, afirma el autor.
[…] existe la sensación de un creciente malestar social que se expresa en una suerte de crisis de los patrones de sociabilidad y de ruptura del tejido social. La incertidumbre frente a lo nuevo y la nostalgia de un pasado integrador y seguro, asociados con la debilidad de los sistemas de acción colectiva y con los fuertes límites que impone la globalización, se traducen en un tremendo malestar con la política o con su incapacidad para ofrecer horizontes de acción e interpretativos que sean percibidos como posibles por la mayoría de la población (p. 21).
El debilitamiento de la acción del Estado ha cerrado las puertas a la posibilidad de igualdad económica y social y a la agudización de las desigualdades sociales (p. 13).
El 64.7% de los encuestados piensa, por ejemplo, que al gobierno la inseguridad se les fue de las manos:
Me han pasado cosas terribles. Me asaltaron con violencia en el coche, me pusieron la pistola en la cabeza y me iban a matar... Son cosas de violencia que me han afectado de manera muy directa porque la impresión que tuve… (La inseguridad) es producto del deterioro social en el que vivimos (p. 102).
“Cuando el acatamiento a la norma desaparece —afirma el autor—, el individuo se enfrenta a un estado de incertidumbre e incapacidad de previsión frente a la norma misma y a los ciudadanos que le rodean” (p. 111). Solamente 41% de los encuestados considera que las leyes se tienen que obedecer, 28% que tenemos que cambiarlas si no funcionan y otro 28% desobedecerlas por injustas. Lo más alarmante, la mayoría (66%) que las autoridades no cumplen con la ley:
Si hay robos se genera incertidumbre… saldré afuera de mi casa o no saldré… incertidumbre por no saber si llegaré vivo a mi casa o no… si voy a tener que comer mañana o no… si voy a tener trabajo o no. Las probabilidades son muchas y son tantas que no sabemos qué hacer. Si se nos abre el abanico, se nos abre el espacio pero qué hacemos, no sabemos a dónde jalar (p. 103).
El capital social y relacional ha venido, si no languideciendo, sí mutando, concluye el autor, percepción con la que coinciden algunos de los entrevistados:
Y eso es lo que nos tiene así, de que como no hay confianza, y pues estamos temerosos de que si allá, de que si acá… Es por la vida que hemos llevado, yo creo ya últimamente, que se ve tanta maldad, tanta corrupción. Ya no sabe usted si confiar en el vecino… pues ya no hay confianza (p. 106)
5. Ingobernabilidad y participación ciudadana
Los mexicanos valoramos la democracia, se afirma en el libro, pero al igual que en otros países, la gente se siente defraudada por la ineficacia e ineficiencia del sistema político: “dudan cada vez más de su legitimidad para representar sus intereses y a la vez demandan mayor efectividad de parte del Estado y espacios públicos para su participación” (p. 21). Por lo mismo, no sorprenden algunos de los resultados de la encuesta: 92% no participan en partidos políticos. La mayor participación de las personas en organizaciones sociales es en la junta de vecinos (13.6%), 12.6% en la fiesta del pueblo, 15% en un club deportivo y 8.5 en grupos de autoayuda; participan en grupos culturales 10.4%, en grupos religiosos 19% y en grupos juveniles 6.6%. La escasa participación política la expresa una de las personas entrevistadas:
Es penosísimo ver… la falsedad de los políticos… engaños, mentiras y promesas. Prometen mil cosas… (p. 105).
El planteamiento teórico del libro es tan complejo como la problemática que aborda. Estas líneas, más que ser una revisión exhaustiva del libro, han buscado invitar a los lectores a adentrarse en el problema de la ingobernabilidad que genera el malestar social. Concluimos con unas palabras del autor, quien señala que de no atenderse este problema, la espiral del malestar social se incrementará a menos que “tanto gobierno como sociedad se den cuenta de la necesidad de cambiar sus formas de interacción, las cuales en lugar de evolucionar parecen haber llegado a un desgaste” (p. 120).
Considerar a la subjetividad social como un recurso heurístico para conocer los procesos de cambio en la actualidad y para orientar la acción hacia derroteros diferentes a lo que la modernización capitalista ha ofrecido nos parece una propuesta atendible. El autor aporta argumentos para valorar los efectos de la modernización, así como para apreciar las razones del desencanto y el malestar social emanado de ella.
Fecha de recepción: 22 de julio de 2011
Fecha de aceptación: 22 de septiembre de 2011
1. Con estos puntos de partida, Germán Pérez logró reunir un equipo de trabajo interdisciplinario con una propuesta de investigación que buscaba combinar información obtenida por tres caminos: a) una encuesta a nivel nacional, la Encuesta Nacional sobre Malestar Social (emas) realizada por