La migración de mexicanos a los Estados Unidos, con más de un siglo de existencia, tuvo sus orígenes en la región occidente del país. Se había vuelto un lugar común la idea de que quienes migraban al norte eran originarios de dicha región; sin embargo, desde finales de los años setenta del siglo xx tal argumento ha perdido fuerza y se ha redefinido de manera gradual y permanentemente. Desde finales de la década de los ochenta se ha presentado, en el sureste del país y de manera particular en el estado de Veracruz, el fenómeno migratorio internacional de manera acelerada y en un periodo corto, involucrando a miles de campesinos que se dirigen a lugares de destino no tradicionales y urbanos en la Unión Americana. En ello tienen un peso tanto los factores económicos, como los no económicos.
Palabras clave: migración internacional, regiones migratorias, nuevos orígenes, nuevos destinos, Veracruz, México.
Introducción
Con la emigración internacional sucedió como con la Revolución Mexicana, que pasó casi como un suspiro por Veracruz, mientras rugía en el norte y en el centro del país. Mientras los veracruzanos participaban de manera esporádica y limitada en el mercado laboral norteamericano, los habitantes del occidente y del norte de México ya habían echado raíces y tendido puentes importantes con la migración a los Estados Unidos, y que después de un siglo de movilidades ya se ha constituido como una tradición y una forma de vida recurrente.
En este largo andar por el tiempo y por las geografías dábamos por hecho que sabíamos casi todo respecto a los flujos migratorios entre México y los Estados Unidos; sin embargo, la realidad nos invita a ir más allá de las certezas y las características predecibles del fenómeno, para ser más cautelosos y críticos de los patrones migratorios que se reconfiguran cotidianamente y que actualmente se han masificado y expandido de manera acelerada por casi todo el territorio nacional.
La migración de mexicanos a los Estados Unidos cuenta ya con más de un siglo de vida, sus flujos se han compuesto por hombres en edad productiva, y en menor medida también por mujeres y niños, dependiendo de la época, de los estratos económicos y sociales de que procedan, y de las regiones geográficas de origen; destacan los estados de Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Zacatecas, donde se ha conformado ya una tradición migratoria. No es sino hasta muy recientemente que se han hecho intentos por regionalizar al país de acuerdo con la dimensión y antigüedad de los flujos migratorios con destino a los Estados Unidos, incorporándose recientemente “nuevos” estados expulsores del centro y sur-sureste del país, que han tenido una participación importante desde la década de los años setenta del siglo xx.
Actualmente, el fenómeno migratorio se ha extendido con mayor celeridad en amplios escenarios geográficos por “nuevas” regiones de expulsión, tanto rurales como urbanas, que “nos obligan a modificar nuestro estereotipo del migrante como un hombre procedente de las regiones tradicionales” (Goldring, 1992: 318). Como bien dice Binford: “La migración se ha extendido como fuego incontrolable por el sur de México” (2002: 149). Los casos más representativos de la emergencia del fenómeno son el centro de Oaxaca y el sur y centro de Veracruz (Conapo, 2002), y el estado de Chiapas (cfr. Hernández, 2004).
Vale la pena preguntarnos a qué nos referimos cuando hablamos de nuevas regiones de migración internacional o migraciones emergentes y aceleradas; lo cual está directamente relacionado con la maduración del fenómeno en tiempos cortos, a las características de composición y dimensión de los flujos que tienen como lugar de origen áreas geográficas que anteriormente no habían participado en flujos de larga distancia y por estancias prolongadas. Las migraciones emergentes se refieren a los procesos de movilidad que las conformaron y dan cuenta de la existencia de los patrones migratorios locales y regionales, de corta y media distancia, que han antecedido a los movimientos poblacionales de carácter internacional.
Metodología
Este artículo está compuesto por dos momentos de análisis en la migración México-Estados Unidos. El primero aborda la conformación de regiones de origen y destino, el papel de las redes sociales y en cómo la constante redefinición de los flujos y emergencia de nuevos actores y geografías llevan a la concepción de regiones migratorias dinámicas. El segundo gira en torno a la génesis y características de las redes en el desarrollo de una región emergente de migración internacional, identificar el papel de las redes integradas por nuevos actores en la conformación de circuitos migratorios que vinculan nuevas interacciones socio-geográficas cambiando el rostro y el estereotipo tradicional de los migrantes y el fenómeno que conforman.
El nivel de análisis que se utiliza para la construcción de esta investigación es a escala microsocial que permita captar el funcionamiento y las dinámicas de las interacciones entre los actores rurales que tienen como destino los Estados Unidos. La unidad de análisis son los sistemas de relaciones sociales, a través de los cuales podemos dar cuenta de cómo los individuos socializan sus conocimientos y recursos que permiten la formación de los flujos migratorios.
Esta investigación se fundamenta en varios años de trabajo de campo y de gabinete, a partir de una metodología de investigación cualitativa, la recolección de datos in situ y teniendo como informantes a los integrantes de una comunidad dada a quienes se les aplicó una encuesta y varias entrevistas estructuradas y semiestructuradas. La importancia de los métodos cualitativos radica en que ponen atención en la visión de los actores y el análisis contextual en el que se desarrolla, centrándose en el significado de las relaciones sociales.
El trabajo de campo fue realizado en la comunidad de La Palma, municipio de Puente Nacional, ubicado en la llanura costera del centro de Veracruz. Durante seis meses nos insertarnos en la comunidad y socializamos con sus integrantes, para aprender mejor la realidad y los procesos en que están inmersos, luego se hicieron otras visitas para corroborar información. El objetivo era entrevistar migrantes de retorno para construir el proceso de génesis y desarrollo de la migración internacional emergente y el papel que las redes sociales habían jugado en ello.
El trabajo de gabinete comprendió la revisión bibliográfica y de hemerografía para documentar el proceso de conformación de regiones migratorias de origen y destino de la migración mexicana a los Estados Unidos, y de cómo lo habían abordado diversos autores, así como obtener información relacionada con los procesos locales de mayor importancia para los habitantes de La Palma, Veracruz. Una fuente importante de consulta han sido los censos de población generados por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, y los informes del banco de México en los que respecta a la captación de remesas.
Regionalización en función de la migración internacional
Recientemente los estudiosos de la migración de mexicanos a los Estados Unidos han regionalizado al país según sus intereses particulares o de acuerdo con las características geográficas y migratorias de los estados expulsores de mano de obra. Las dinámicas de movilidad humana que se presentan a lo largo de todo el país son evidencia de la constante circulación de personas en el circuito migratorio entre México y los Estados Unidos.
En el estudio binacional se divide a México en seis regiones migratorias, considerando los lugares de nacimiento de los migrantes a los Estados Unidos según datos de 1992:
1. Estados tradicionales de la región centro-occidente: Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Colima.
2. Frontera norte: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
3. Los estados de Sinaloa, Durango, Nayarit, Zacatecas, San Luis Potosí y Aguascalientes.
El Valle de México: Distrito Federal, Estado de México, Querétaro, Hidalgo y Tlaxcala.
4. Los estados del sur: Oaxaca, Guerrero, Puebla y Morelos.
5. El sureste: Veracruz, Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo (Estudio binacional, 1997: 23-24).
Por su parte Bustamante (1998) propuso regionalizar a México, también en seis regiones, con base en un estudio de observación y medición de migrantes, y deportados, captados en diversos puntos de la frontera norte de México entre 1987 y 1996, para lo cual usó como indicador el lugar de destino de los migrantes de acuerdo con su lugar de residencia en México. Cabe decir que esta regionalización guarda muchas similitudes con la presentada en el estudio binacional.
Otra propuesta importante es la que hace Durand (1998b), a partir de los datos obtenidos en la etnoencuesta del Mexican Migration Project, aplicada en algunos estados del país, quien identifica tres regiones migratorias teniendo en cuenta los cambios generados por la instrumentación de la Immigration Reform and Control Act (irca) en 1986.
Durand agrupa a los estados del país de la siguiente manera: 1. Región histórica (occidente y altiplano central): Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Durango, Nayarit, San Luis Potosí y dos entidades de menor tamaño y aporte migratorio: Colima y Aguascalientes (Durand, 1998: 106-107).
2. La región fronteriza: Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Sonora y Baja California. A esta región se agregan dos entidades no fronterizas pero que están, migratoria y geográficamente, relacionadas con las anteriores: Baja California Sur y Sinaloa (Durand, 1998: 109-110). Y la tercera región denominada: nuevas regiones y nuevos destinos, comprendida por el Distrito Federal, y los estados de Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, México, Guerrero, Morelos y Oaxaca.
Mapa 1
Regiones de migración internacional en México
Fuente: Consejo Nacional de Poblacón, México. 2004.
Cabe destacar que dentro de esta regionalización no figuran todavía los estados del sur-sureste de México, quizás porque para los años en que el autor hace su análisis (1995) apenas empieza a presentarse el fenómeno migratorio de carácter internacional; sin embargo, para entonces Veracruz ya muestra las mismas características de los estados que conforman la región 3: pues los veracruzanos ya no sólo se dirigen a los lugares de destino tradicionales, sino que una cantidad importante de ellos van a “nuevos” lugares de destino ubicados en la costa este de la Unión Americana. Esto muestra las dinámicas cambiantes de los patrones migratorios y nos invita a reformular las regionalizaciones de manera constante.1
Esta redefinición de la regionalización que se ha hecho de México en función de la realidad social y de la nueva dinámica migratoria que se presenta, nos sugieren ir más allá de las certezas; invitándonos a reconsiderar la caracterización que se había venido haciendo del fenómeno migratorio, pues ya ha dejado de tener validez. Como bien apunta Cornelius (1990), desde los años ochenta “la erosión del estereotipo” que teníamos de la migración se ha intensificado a causa de las crisis económicas y de la implementación de las leyes norteamericanas que pretenden regular los flujos”. Cabe decir que no sólo la irca o la también llamada Ley Simpson-Rodino significó un parteaguas que contribuyó al cambio del perfil de los migrantes, con el crecimiento de la migración de origen urbano y con la modificación del tipo de mercado de trabajo en el que los migrantes participaban, el rural ha perdido importancia frente al urbano; también lo fue el aumento de la migración de mujeres y niños por motivos de reunificación familiar.
Los cambios más evidentes en la migración de México a los Estados Unidos, se ven reflejados en varios aspectos, uno que quisiéramos destacar es la direccionalidad de los flujos migratorios, que o bien se concentran en un solo estado o región, o se dispersan por diversos lugares a lo largo de toda la unión americana, incluso a donde la presencia de la población latina en otros momentos era mínima. La elección de nuevos lugares de destino y la diversidad de los “nuevos” lugares de donde proceden los “nuevos migrantes” mexicanos es una característica de la migración emergente a los Estados Unidos.
Aunque tradicionalmente el estado de California había concentrado en promedio el 50 por ciento de los migrantes mexicanos, los patrones de migración no eran estáticos, sino que había microflujos de movilidad al interior del estado, pues se registraba un gran movimiento de población intrarrural, rural urbano y urbano-rural, en busca de mejores salarios y de la seguridad de no ser deportado o molestado por “la migra”, aunque también se dirigían a Chicago y a otras partes del medio oeste, e incluso a Nueva York (Cornelius, 1990: 104-105). Sin embargo, con el paso del tiempo, tanto para los migrantes tradicionales como para los que recién se incorporan, no sólo Nueva York llegaría a ser un destino importante, sino en general los estados ubicados en la costa este norteamericana (Dunn, Aragones y Shivers, 2005).
Cornelius observó que los lugares de origen de los migrantes mexicanos estaban en constante redefinición desde 1973; aunque si bien la mayoría de los migrantes que arribaban al estado de California provenían de Jalisco y Michoacán, de igual manera lo hacían personas procedentes de Baja California, Sinaloa y Guerrero. También encontró que entre los años de 1987 y 1988, los estados de Jalisco y Michoacán aportaban 50% de los migrantes, mientras que el otro 50% provenía de seis estados no tradicionales: Distrito Federal, Puebla, Hidalgo, Estado de México, Morelos y Oaxaca (Cornelius, 1990: 112-114), hecho del cual dieron cuenta también otros autores (cfr. Durand, 1998; Goldring, 1992; Lozano, 1998.)
El fenómeno de la migración en los años noventa experimentó cambios significativos. Marcelli y Cornelius (2001) destacan el incremento del volumen de migrantes que se establecieron en Estados Unidos, la diversificación geográfica de los lugares de destino, la recomposición del flujo que ahora incluía más mujeres, la creciente participación en mercados de trabajo no agrícolas, y la maduración de las redes sociales facilitada por quienes ya habían nacido en Estados Unidos. Estos autores consideran que la implementación de la irca ha influido de manera importante en la reunificación familiar, hipótesis compartida por Bean, Espenshade y White (citados por Marcelli y Cornelius, 2001).
Dentro de los cambios que presenta la migración, Durand se refiere al incremento de la migración familiar y al aumento de la participación de mujeres y niños, y habla de la presencia de una “nueva fase migratoria diferente a las anteriores”, debido al incremento de la migración de origen urbano, y de un resquebrajamiento del patrón tradicional de la migración de retorno, además del cambio en los patrones de residencia de los migrantes y de su mayor perspectiva de movilidad social (1998a: 210-212).
Al parecer, cada nueva oleada migratoria proveniente de regiones no tradicionales busca sus propios cauces para echar raíces en nuevos lugares de destino, hasta donde llegan los migrantes de las siguientes formas:
1. A través de una migración escalonada, arribando primero a los estados tradicionales de destino, para luego seguir el camino “más al norte”, al interior de los Estados Unidos, a lugares de destino donde hay menos población latina y con asentamiento reciente de migrantes.
2. De manera directa, a partir de algunos migrantes pioneros y sin redes, que ingresan a los Estados Unidos de manera indocumentada y una vez que se establecen, extienden sus vínculos sociales para hacer venir a los familiares y amigos que están en México.
En los últimos 20 años, la migración mexicana hacia los Estados Unidos ha pasado por un acelerado proceso de crecimiento y diversificación, en lo que se refiere a los lugares de origen y de destino territorial, laboral, y social de quienes migran (Tuirán, 2000). Ligado a los procesos de crisis recurrentes, reestructuración productiva y precarización del trabajo que han caracterizado a la sociedad mexicana; así como al prolongado periodo de crecimiento económico que mostró la economía norteamericana en la última década del siglo xx.
Un nuevo tipo de migración y de migrantes cobran importancia significativa en los últimos años, movilidades que se proyectan hacia el futuro sin que parezcan tener un fin, conformadas por actores sociales que mantienen fuertes vínculos con sus lugares de origen, lo que se ha traducido en andanzas y una existencia itinerante, pendular, oscilatoria entre los lugares de origen y los de destino ubicados a ambos lados de la frontera.
Conformación de los “nuevos” destinos de la migración México-Estados Unidos
Los cambios actuales en el proceso migratorio México-Estados Unidos resultan novedosos en cuanto a la dimensión y composición de sus flujos, así como a lo acelerado de su presencia y desarrollo en ciertas regiones del país, a la redefinición de los lugares de origen y de los lugares de destino. Sin embargo los lugares de destino que ahora son preferidos por los mexicanos no son tan nuevos, aunque sí presentan un crecimiento acelerado y masivo de población mexicana que incluso procede de lugares que antes no participaban en la migración internacional. De hecho, como dice Smith, es un regreso hacia un patrón anterior a la época de los braceros, cuando los mexicanos emigraban sobre todo a la costa oeste, a ciertos puntos en los estados centrales y la costa este (Smith, 2002: 33).
En el proceso de construcción de los nuevos lugares de destino de la migración mexicana a los Estados Unidos apreciamos dos momentos importantes.
A principios del siglo xx
1. Entre 1917 y 1921 a través de los programas de reclutamiento se reforzó el proceso de asentamiento de las colonias mexicanas en el norte industrializado y en el oeste medio: Chicago, Indiana, Kansas, Saint Louis, Omaha, Detroit y Minneapolis; y sobre todo en el sureste americano, en especial California y Texas (Durand, 1994: 117). Lugares donde los migrantes trabajaban en las acereras y empacadoras de carne. Con el fin del empleo en 1920, los migrantes exploraron nuevos mercados de trabajo en los cultivos de remolacha en Michigan, en los plantíos de algodón en Texas, en los centros mineros de Nuevo México y Arizona, y en las fábricas de Chicago y Nueva Jersey (Durand, 1994: 120).
Para 1921 las familias migrantes mexicanas se movían de manera temporal de los campos de algodón y papa, en los estados de Arkansas, Oklahoma, y el sur de Missouri; para regresar después a Texas o California. Tiempo después los hombres itinerantes reiniciaban sus ciclos de movilidad y regresaban nuevamente a Arkansas. Otros migrantes antes de dirigirse a California, ya habían trabajado en el ferrocarril en los estados de Louisiana, Oklahoma y Texas (Weber, 1994: 141).
Estos procesos de movilidad geográfica y social en que participaban los mexicanos eran facilitados de manera importante por el uso de redes sociales y por insertarse a mercados de trabajo donde realizaban actividades que ya dominaban, a diferencia de los migrantes recién llegados quienes poseían menos experiencia y habían establecido menos vínculos sociales que les facilitaran el proceso migratorio.
Aunque el estado de Texas tenía una gran importancia como receptor de migrantes mexicanos, tuvo problemas durante el programa bracero debido a la prioridad que sobre él tenían los estados de California, Colorado, Nebraska y Utah (Fernández del Campo, 1946, citado por Durand y Massey, 2003: 114). La forma en que los mexicanos llegaban a los diversos destinos, poco recurrentes, era por medio de las contrataciones y los enganches, por ejemplo la Burlington Route se anunciaba en El Cosmopolita y ofrecía empleos a “los trabajadores mexicanos y sus familias” en los estados de Illinois, Wisconsin, Iowa, Missouri, Nebraska, Colorado, Dakota del Sur, Montana y Wyoming (Durand y Massey: 2003: 122). Donde trabajaban en el traque, y además se empleaban en la minas en Colorado, Oklahoma y Kansas; en el empaque de carnes en Kansas City, Wichita, Topeka y Omaha; en la cosecha de algodón en Missouri y Oklahoma, y en el cultivo y cosecha de algodón en Colorado, Kansas y Nebraska. Con el tiempo algunos estados adquirieron mayor importancia, mientras otros dejaron de tenerla y formaron sólo parte del recuerdo de la experiencia laboral de los migrantes.
A finales del siglo xx
2. La población latina ha crecido al doble en las últimas dos décadas del siglo xx, representando 13% del total de la población de Estados Unidos, con un total de 38 millones, es la minoría mayoritaria debido a una tasa de natalidad y las oleadas de migración documentada o no. La tasa de crecimiento mostrada entre 2000 y 2002 es de 9.8%, cuatro veces el promedio nacional, esto le confiere a esa población una mayor influencia en los mercados —incluyendo los laborales—, de las cuales la población mexicana representa 58%.
Actualmente la geografía de la migración mexicana en los Estados Unidos ha presentado cambios importantes, aunque las cifras absolutas son relativamente pequeñas, los estados que experimentaron los mayores aumentos de población de hispanohablantes, en términos porcentuales, fueron Carolina del Norte con un incremento de 449%, y Arkansas, Georgia, Tennesse, Carolina del Sur, Nevada y Alabama con un incremento de 222% (Huntington, 2004: 264). Aunque para el año 2000 casi las dos terceras partes de los inmigrantes mexicanos vivían en el oeste de los Estados Unidos, prácticamente la mitad lo seguía haciendo en el destino tradicional por excelencia: California (Huntington, 2004: 265). Para el año 2009 se calculaba que había 11.5 millones de inmigrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos.
Durante la última década del siglo xx la migración a estados como Nueva York, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Georgia, Nueva Jersey y Kentucky aumentó enormemente (cfr. Smith, 2002: 33). Otros lugares que han presentado un “explosivo” crecimiento de inmigrantes latinos, entre 1990 y 2000, ha sido la península de Delmarva, que comprende los estados de Delaware, Maryland y Virginia, donde llama la atención el acelerado crecimiento de las ciudades, que han alcanzado 100% y 1000% (Dunn, Aragonés y Shivers, 2005). Hasta donde han llegado “nuevos migrantes”, nuevos en el sentido en que la mayoría no ha tenido experiencias previas de estancias en Estados Unidos, y llegan directo desde sus lugares de origen en México: Veracruz, Tabasco, Hidalgo, Chiapas, Morelos, Nuevo León, Tamaulipas y México (cfr. Dunn, Aragonés y Shivers, 2005).
Cabe decir que los flujos no son sólo de migración indocumentada, sino también de hombres y mujeres que son contratados y se les expide la visa H2A y H2B, para trabajar en los estados de Carolina del Norte y del Sur, Maryland y Virginia, en las plantas procesadoras de carne de cangrejo azul. La mano de obra, barata y vulnerable, de las mujeres de Tabasco ha venido a desplazar de manera gradual a las trabajadoras afroamericanas (Griffith, 2002: 33; Vidal et al., 2002). La mayoría de los migrantes se emplean de manera temporal en la agricultura, la pesca, la industria forestal y el turismo. En el proceso de reclutamiento de las mujeres tabasqueñas tienen un papel muy importante las redes familiares y de paisanaje.
El estado de Carolina del Norte cuenta con una de las poblaciones latinas de más rápido crecimiento en el país, la cual se duplicó de 1990 a 1997. Para finales de la década de los noventa se estimaba que 90% de toda la mano de obra agrícola en el estado era de habla española (Smith-Nonini, 2002: 63). Hecho que se refleja en los lugares de origen en México, ya que durante el trabajo de campo se han identificado varias comunidades veracruzanas que tienen la misma cantidad de población, que el asentamiento de oriundos establecido en los Estados Unidos, lo que se ha denominado “comunidades hijas”.
La acelerada migración de personas provenientes de nuevos lugares de origen y que se dirigen a nuevos destinos en Estados Unidos, se puede apreciar en el caso de Inmokalee, en el estado de Florida, donde 71% de la población son hispanos o latinos, de los cuales 90% son mexicanos, 9% guatemaltecos, 6% blancos y 9% son haitianos (cfr. Fortuny y Juárez, 2002). Estos flujos están compuestos por inmigrantes nuevos, los más vulnerables, originarios de Guanajuato, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz y Tamaulipas. Como podemos apreciar, la mayoría de ellos proceden de las regiones emergentes de México y cuentan con un bajo capital social y humano que eleva los costos económicos de su participación en la migración internacional.
A partir de la investigación etnográfica y del resultado de diversos estudios, se pueden identificar los nuevos lugares de destino de los mexicanos en los Estados Unidos: Wyoming, Idaho, Washington dc, Nueva York, Nueva Jersey, Alabama, Nevada, Oregón, Colorado, Arkansas, Wisconsin, Indiana y Arizona. Estados hasta donde han llegado, desde las nuevas regiones expulsoras de México, nuevos migrantes, solos o insertos en redes difusas o en proceso de formación (Pérez, 2003), así como también migrantes que transplantan su capital social y provienen de otros estados, donde ya tenían experiencia laboral, como California, Illinois y Nueva York. Estos últimos originarios de los estados mexicanos de amplia tradición migratoria como Jalisco, Michoacán y Guanajuato.
Es el caso de los oaxaqueños que abandonan el estado de California para explorar nuevos mercados de trabajo en Portland y Aspen, Colorado y el estado de Washington, donde venden su fuerza de trabajo en los campos agrícolas durante los periodos de cosecha. Los procesos de migración en los que los nuevos migrantes de Veracruz, Guerrero y Oaxaca participan, abaratan el costo de la mano de obra, desplazando a los migrantes michoacanos que ya tenían muchos años en dichos lugares (cfr. Stephen, 2002: 93).
La movilidad de los migrantes al interior de los Estados Unidos es muy importante, a través de migraciones escalonadas donde hacen uso del capital social acumulado en su experiencia migratoria, muchos migrantes van en busca de mejores condiciones de trabajo y salarios más altos. Así, al estado de Oregón no sólo arriban nuevos migrantes procedentes de los estados emergentes como Veracruz, México y el Distrito Federal; sino también aquellos que tienen mayor experiencia en la migración internacional, como los de la mixteca poblana, quienes después de estar en Nueva York se dirigen a Oregón y Colorado para trabajar en restaurantes, Malls y hoteles. O los indígenas purépechas, que van de los campos agrícolas de California, a las empacadoras de carne en Warren, Arkansas y Norwalk, Wisconsin (cfr. Martínez, 2001: 298).
Los nuevos lugares de origen de la migración mexicana
En la medida en que identificamos los nuevos lugares de destino en los Estados a Unidos, también es posible dar cuenta de los “nuevos” lugares de origen de los migrantes recientes quienes proceden de estados y regiones de México, que no habían participado de la migración internacional sino hasta muy recientemente.
La participación de estos migrantes se ha caracterizado por su incorporación acelerada, pues en tan sólo la última década del siglo xx, la migración ha hecho su aparición conformándose por flujos heterogéneos y densos, procedentes de lugares de los que difícilmente se hubiera pensado que migrarían a los Estados Unidos, como Oaxaca, Guerrero y Chiapas (Cornelius y Martín, 1993). Campesinos e indígenas que han cruzado la frontera norte y constituyen un nuevo tipo de migrantes, quienes han cambiando el perfil y la constitución étnica del trabajador agrícola de California, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Georgia y otros estados.
La migración en México se ha extendido geográfica y socialmente de manera importante a estados “con limitada participación previa en la migración hacia Estados Unidos” (cfr. Binford, 2002). Los estados mexicanos que podrían considerarse emergentes son: Puebla, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Chiapas, Tlaxcala, Tabasco y Veracruz. Entre los estados con mayores aportes absolutos de migrantes están México, Veracruz, Guerrero, Puebla, Oaxaca, Morelos y el Distrito Federal; si la distribución porcentual sólo se refiriera a los flujos hacia y desde Estados Unidos, Veracruz y Guerrero superarían al Distrito Federal (Alba, 2000).
En el caso de Chiapas, la crisis del sistema productivo del café y las intensas lluvias que tuvieron lugar en 1998, hicieron de los cafetaleros hombres altamente vulnerables, actualmente por lo menos 30 municipios chiapanecos se han incorporado a la migración a los Estados Unidos, de donde se calcula que anualmente salen 30 mil campesinos e indígenas. En 1997 Chiapas ocupaba el lugar 27 en las entidades que reciben remesas, en 2001 pasó a ocupar el sitio 15, en 2003 el 12 y en 2004 el 11. En el año 2003 recibió 260 millones dólares (Hernández, 2004).
La emergencia de la migración internacional
en el Veracruz rural
Desde finales de la década de 1980, con el desplome de los precios internacionales del café y con la política de “modernización” encabezada por el entonces presidente de la República Carlos Salinas, el estado de Veracruz enfrentó un proceso de reorganización industrial, la disminución de la participación del estado en programas destinados a la atención del medio rural y el cambio en las funciones que hasta ese momento venían desempeñando las empresas paraestatales (Pérez, 2001): Compañía Tabacalera Mexicana, Instituto Mexicano del Café, Comisión Nacional de Fruticultura, Banco Nacional de Desarrollo Rural, Aseguradora Nacional Agrícola Ganadera, Compañía Nacional de Subsistencias Populares y seis ingenios azucareros que enfrentaron serios procesos de reestructuración administrativa, que llevó a algunas a su desaparición (García de León, 1989).
A lo largo del siglo, Veracruz ha ido perdiendo de manera gradual su importancia como estado receptor de inmigrantes para convertirse en expulsor, primero por migraciones intraestatales y nacionales de jornaleros agrícolas, luego por la migración del sur del estado a la frontera norte y, finalmente, por la de origen urbano y rural con destino a los Estados Unidos. Esto nos da una idea de los complejos y diversos procesos migratorios que se tejen y redefinen constantemente entre la sociedad veracruzana en ambos lados de la frontera.
El estado de Veracruz tiene alrededor de 72 mil kilómetros cuadrados de superficie, ocupa el cuarto lugar nacional en biodiversidad, cuenta con 14 cuencas hidrológicas y concentra casi 35% de los recursos hidráulicos de México; sin embargo la estructura de riego que existe es insuficiente. En Veracruz se dispone de casi cuatro millones de hectáreas potenciales para la explotación agrícola, lo que equivale a 53.4% del territorio estatal, en 1997 se sembraron casi un millón y medio de hectáreas, lo que representaba 93.8% de tierras de temporal (Plan veracruzano de desarrollo, 1998-2004).
En 1998, Veracruz contaba con 7 millones 176 mil habitantes, para el 2000 tenía 6 millones 901 mil, lo que muestra un importante crecimiento poblacional negativo en tan sólo un par de años. El gobierno de Miguel Alemán reconoció que el medio rural veracruzano tiene una baja productividad porque 45% de la población en edad de trabajar emigra para explorar nuevos mercados de trabajo, no sólo en diversas regiones del país y la frontera norte de México, sino incluso a Estados Unidos y Canadá (Alemán, 2000).
Para el 2009 Veracruz sobresale como un estado con gran potencial agrícola, se ubica a nivel nacional como el primer productor de: chayote, caña de azúcar, naranja, piña, limón y papaya. En segundo y tercer lugar como productor de sandía, arroz, tabaco, café y plátano (Censo de Población, 2010). En el 2005, 39.4% de la población vivía en localidades menores a 2,499 habitantes, mientras que en 2010 se redujo a 38.9%. El 13.5% de la población se ocupa en el sector primario, 23.9% en el secundario y 61.9% lo hacen en el terciario (Censo de Población, 2010).
La “nueva” migración internacional en Veracruz, muestra ciertas particularidades en la dimensión y composición de sus flujos, el estado pertenece a la región del sureste, que junto con Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo en 1996 contribuyeron con 2% de la migración total de mexicanos a los Estados Unidos (Estudio Binacional, 1997). Dentro de esta baja participación al flujo migratorio, destaca Veracruz, “de donde provienen la mayor parte de los migrantes” que entre 1987 y 1996 eligieron como destinos los estados de Texas, con 56.5%; California, con 24.2%, y Florida y Nueva York, con 1% y 3.5% (Bustamante, 1997).
Entre 1995-2000 se registró una migración promedio en el estado de 55 mil personas por año, de las cuales 65% fue migración hacia algún destino nacional y el restante 35% lo hizo hacia los Estados Unidos (Conapo, 2000). Entre 2000 y 2005 la información de 1995 de veracruzanos viviendo en el extranjero era de mil 896 personas, en el 2000 había 5 mil 136 y para 2010 se registraron 59 mil 385 veracruzanos, lo que indica que se disparó casi 11 veces la cifra de paisanos que se fueron a vivir a otro país en los últimos 10 años.
Entre 2005 y 2010 el saldo neto migratorio fue negativo, 30 302 personas dejaron el estado, representando una perdida anual de 70 mil personas, de las cuales 62 mil se dirigieron a los Estados Unidos. Entre 2006 y 2007, 35 mil niños veracruzanos se fueron a los Estados Unidos, de los cuales 17 mil iban solos (Artola, Diario de Xalapa, 2008). Para 2008 se calcula que un millón de veracruzanos viven en la Unión Americana, de los 7’643,194 habitantes que tiene Veracruz, 0.8% salieron del país entre junio de 2005 y junio de 2010 (inegi, 2010).
Cabe apuntar que Veracruz ha venido escalando posiciones en la tabla de los estados que más contribuyen con población migrante a los Estados Unidos: en 1997 se ubicaba por abajo del lugar 15 de los estados expulsores, cambiando de manera abrupta en un par de años, pues para el año 2000 ya había ascendido hasta el lugar seis, con 4.88% del total. Si bien su participación ha ido disminuyendo, no deja de ocupar un lugar importante como estado expulsor, pues en 2002 ocupó el lugar número 10, dentro de los 13 de mayor expulsión con 3.5% (inegi, 2004).
La respuesta del gobierno del estado de Veracruz, en diferentes momentos, para hacer frente al fenómeno migratorio que se vive ha sido variada y poco efectiva, algunas de las acciones a destacar son las siguientes:
Desde el 2001 se creó la Dirección de atención a migrantes, órgano público centralizado de la secretaría de gobierno. Una de las principales funciones que realiza es la repatriación de cuerpos. Debido a la gran cantidad de Veracruzanos que se encontraban residiendo en la frontera norte, en 2008 se creó la oficina de enlace para atender a los migrantes en Reynosa, Tamaulipas, donde se calcula constituyen 70% de los 97 mil empleados en la maquila. Además se estima que en Ciudad Juárez viven 40 mil veracruzanos desde principios de la década de los noventa.
Para 2007 se fomentó el arraigo a las comunidades origen a través del programa “Quédate aquí”, que contempla proyectos de engorda de aves, cerdos y ovinos, y que benefició a 2,984 jóvenes y mujeres entre 2007 y 2010 (Informe de gobierno de Fidel Herrera, 2010).
En 2010, el entonces gobernador Fidel Herrera creó un programa de repatriación de migrantes veracruzanos que se hallaban en la frontera norte: los denominados “Juarochos”, la idea era apoyar en el traslado, por motivos electorales o de desplazamiento forzado, a quienes radicaban en Ciudad Juárez, Reynosa y Tijuana, principalmente. En dicho programa se inscribieron cientos de hombres y familias completas, que deseaban regresar a sus comunidades de origen en Veracruz, aun cuando el escenario laboral en el que se insertarían fuera muy complejo.
El plan veracruzano de desarrollo 2011-2016, los migrantes aparecen en varios momentos, en el eje: un mejor futuro para todos, “diseñar una política integral de atención a migrantes veracruzanos y a sus familias que impulse el desarrollo de sus comunidades y municipios de origen”. Así como fortalecer la relación del gobierno con las comunidades de veracruzanos en el exterior. Los migrantes también se contemplan en el eje de la familia, en el cual se apunta que se pretende fortalecerlos al ser considerados como grupo vulnerable. Si bien estos hombres móviles están contemplados en algunas acciones del gobierno del estado, no existe una política pública que los atienda de manera integral.
Gráfica 1
Captación de remesas en Veracruz, 2003-2010
(millones de dólares)
Fuente: elaboración propia con datos del Banco de México.
La creciente participación de Veracruz en la migración también se reflejó en los montos de remesas económicas captadas, las cuales han mostrado un crecimiento importante en la primera década del siglo xxi. Como podemos apreciar en la gráfica, ha pasado de un mil millones de dólares a un mil millones y medio en promedio por año. La mayor parte de las remesas tienen como destino las áreas rurales. Cabe destacar que en 2006 y 2008 se captaron 1,681 y 1,618 millones de dólares, montos con pocos cambios y con crecimiento negativo, el año que más elevado ha sido en captación fue 2007 con 1,775 millones dólares, y para el 2010 tuvo una caída hasta los 1,236 millones (Banco de México).
Orígenes y destino de la migración internacional veracruzana
Las redes que han originado y desarrollado los veracruzanos muestran cierta centralidad, pero también conectan a lugares muy dispersos y variados de los Estados Unidos. Es posible que en un mismo municipio encontremos flujos tan heterogéneos que nos impidan dar una explicación generalizada de la presencia y maduración del fenómeno. Hay migrantes que, siguiendo la lógica estructural de las redes migratorias, se establecen temporal o definitivamente en estados de destino tradicionales, como Texas, Illinois y California. Pero también hay migrantes “pioneros” que han emprendido sus experiencias migratorias solos y que posteriormente sirven de base a redes en formación que enlazan nuevos lugares de destino. Los miembros de las redes migratorias reciben tanto a migrantes veracruzanos recién llegados a los Estados Unidos como a aquellos que ya habían estado en Illinois o Texas y que luego decidieron ir a Nueva York o Carolina del Norte.
Los “nuevos destinos” de los migrantes de Veracruz están ubicados principalmente en los estados de Florida, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia, Washington dc, Wisconsin, Arizona, Indiana, Maryland, Nueva Jersey, y Nueva York. Allí han empezado a establecerse aprovechando los nichos laborales, los vínculos sociales y personales, y los enclaves étnicos que han facilitado su socialización y creado las condiciones propicias para que sigan llegando más paisanos.
La “nueva” migración veracruzana muestra patrones de movilidad geográfica especializados. Los migrantes eligen como lugares de destino los determinados por las redes, de manera tal que ya existen concentraciones importantes de población de una misma zona de origen en un mismo lugar de destino. De allí que en los Estados Unidos “se forman pueblos similares a los de aquí (en México)”, y con el transcurso del tiempo se han ido formando “comunidades hijas”: Landero Chiquito en Chicago, Tres Vallitos en Kansas, los Tuxtlas de Florida, el Actopan de Oak Cliff (Dallas, Texas), el Yecuatla de De Kalb (Illinois), el Veracruz de Illinois y el Otates de Atlanta (Georgia).
La migración internacional que se presentó de manera emergente y acelerada en Veracruz a partir de 1995 tuvo su origen en las áreas rurales ubicadas en el centro del estado, donde se conformó un “corredor migratorio” integrado por 19 municipios2 (Pérez, 2001). Esta información, recopilada en recorridos de campo, se verificó con los datos del censo del 2000, que mostraban al centro y sur de Veracruz “con una cada vez mayor propensión migratoria, que se está transformando en una zona de expulsión a los Estados Unidos” (Conapo, 2002).
Los municipios del corredor, colindantes entre sí, estaban agrupados no sólo en torno a la geografía, sino también en relación con el tipo de producción agrícola, pues fueron las zonas cafetaleras y cañeras las principales expulsoras de hombres. Con el transcurso del tiempo se han ido incorporando cada vez más municipios y actualmente la migración se ha extendido a prácticamente todo el estado.
En el “corredor migratorio” se han identificado redes que vinculan diversos lugares de origen y destino entre México y Estados Unidos: los municipios de Colipa, Misantla, Yecuatla, Landero y Coss, Chiconquiaco, Miahuatlán, Acatlán y Alto Lucero envían a sus migrantes al estado de Illinois, principalmente a la ciudad de Chicago y a los suburbios de De Kalb y Cristal Lake. Los campesinos de Jilotepec y Actopan se dirigen a Nueva York, Texas y California. Los de Emiliano Zapata van a Carolina del Sur, Maryland y Washington, dc; de Puente Nacional y Paso de Ovejas, a las Carolinas, Nueva York y Arizona; de Úrsulo Galván, a Nueva York y California. Los de Actopan y Alto Lucero, a Michigan y Texas, y de Xalapa y Otates, Actopan, a Atlanta, Georgia.
Entre los motivos que los hombres y mujeres del campo veracruzano argumentan para su incorporación a los flujos migratorios se encuentran traslapados los factores económicos y sociales. La falta de empleo y los bajos salarios son los principales; pero también hay quienes decidieron emigrar por ser parte de una red familiar y de paisanaje, o bien por cumplir el deseo de “conocer” y comprobar que es verdad lo que se dice de los Estados Unidos. Lo cierto es que, si bien las decisiones se toman individualmente, están influidas por las narraciones y la invitación que les hacen los migrantes de retorno o sus familiares.
El estado de Carolina del Norte capta migrantes provenientes de la nueva región emergente en el sur-sureste de México: Veracruz, Tlaxcala, Tabasco; quienes se emplean en la industria procesadora de alimentos, en las empacadoras de carne y pollo, y en los campos agrícolas de Benson cosechando tabaco (cfr. Martínez, 2001). Se ha constituido un destino importante para los migrantes de La Antigua, Puente Nacional y Úrsulo Galván quienes desde mediados de los noventa, han ido a la ciudad de Gastonia donde se emplean en las más de 30 plantas de procesamiento de algodón que Parkdale tiene en la región. Ahí los veracruzanos han establecido su residencia, hasta donde han llevado a familiares y amigos, permitiendo la madurez de redes migratorias dinámicas que sostienen el fenómeno. Sin embargo para el año de 2003, la sobreoferta de mano de obra y la limitada productividad y expansión la industria del algodón que se vive en Gastonia a llevado a los veracruzanos a explorar nuevos mercados de trabajo en los estados vecinos de Carolina del Sur, Virginia y Georgia (Pérez, 2001).
El estado de Carolina del Sur recibe migrantes documentados de los municipios de Emiliano Zapata, Actopan y La Antigua, contratados de manera temporal para la siembra de pinos y para realizar actividades de tipo rural, aunque se desempeñen en áreas urbanas: como mantenimiento de jardines y parques públicos. Se presenta el caso de aquellos que una vez en el albergue lo abandonan para “escaparse” e irse a otro estado donde tienen redes sociales que lo ayudaran a encontrar un mejor trabajo. Es decir que la migración con visas H2-A y H2-B se utiliza estratégicamente como un instrumento para hacer una migración escalonada, con menos riesgos y costos. Hemos identificado varios casos de veracruzanos que se contrataron en la Ciudad de Monterrey para ir a Texas o Carolina del Sur, y una vez ahí, se escapan para irse a Washington dc, a trabajar en el roofing en Nueva York y Carolina del Norte.
Los estados de Michigan e Indiana han sido desde finales de la década de 1980 un lugar de destino importante para campesinos de Úrsulo Galván, donde para entonces ya existían aproximadamente 400 personas, número que se incrementó de manera importante a mediados de los años noventa (Periódico Sin fronteras, 2002). Pero a partir del año 2003, los estados de Michigan y Arkansas han sido el nuevo destino para aquellos migrantes del corredor migratorio quienes anteriormente habían trabajado en Illinois, lo que muestra claramente como los lugares de destino se redefinen constantemente.
Los migrantes procedentes de los municipios de Paso de Ovejas y Puente Nacional, también incursionan en mercados de trabajo, más precarios, en Arizona, Utah y Florida.
Redes migratorias que utilizan los nuevos migrantes internacionales
Para insertarse en los flujos migratorios, los veracruzanos utilizan cuando menos tres tipos de redes sociales y migratorias, que se encuentran en diferentes niveles de formación y maduración, y tienen incrustados una amplia gama de recursos sociales de las que hacen uso.
Las redes densas están formadas por un número limitado de personas ubicadas en ambos lados de la frontera, están tejidas a partir de vínculos familiares cercanos: padres, hermanos, tíos e hijos, y relaciones de compadrazgo. Este tipo de redes han mostrado un buen funcionamiento, pero también que no están exentas de los procesos de exclusión y selectividad para incorporar a nuevos migrantes; ofrecen una gran cantidad de recursos sociales para reducir los costos sociales y económicos de la migración.
Las redes difusas se conforman por amigos y paisanos, entre quienes hay menor interacción, y se ubican dispersas a nivel geográfico, tienen un nivel menor de recurrencia en comparación con las redes densas, y un margen menor de maniobrabilidad pues disponen de recursos sociales limitados. Las relaciones entre sus miembros son menos solidarias y afectivas, y presentan una gran dispersión en los destinos a los que se dirigen, muchas aparecen y desaparecen en periodos cortos.
Las redes de traficantes o coyotes se ubican físicamente en la región del centro de Veracruz y los lugares de cruce de la frontera norte de México. Quienes hacen uso de ellas son principalmente migrantes solos, que tienen un bajo capital social y no tienen conexión con red migratoria alguna. En un primer momento las usan aquellos migrantes que no cuentan con amigos o familiares que los vinculen a las redes densas o difusas; por ello se “aventuran” a realizar el viaje solos, con la expectativa de hacerse de un amigo en el camino con quien tejer solidaridades espontáneas, o de encontrar un “coyote” en la frontera que no sólo los interne a los Estados Unidos, sino que los ayude a encontrar un lugar de trabajo.
Mostramos el papel que las redes sociales tienen en la conformación de los circuitos migratorios de la migración emergente, a partir del proceso que se presentó entre La Palma, una comunidad del centro de Veracruz y los Estados Unidos, a lo largo de varios años en los que se redefinieron los lugares de destinos, actores participantes, intensidad de los flujos y diversificación de los recursos que circulan a través de las redes que sostienen el fenómeno.
1. La Palma-California. La primera migración internacional en La Palma tuvo como destino el estado tradicionalmente receptor de mano de obra mexicana: California. Sus protagonistas fueron campesinos sin tierra, trabajadores locales que no habían migrado regionalmente, y que como pioneros se “abrieron camino” de manera independiente, contribuyendo a la ampliación e internacionalización de las rutas migratorias. La participación en la migración californiana ha sido muy limitada, apenas una docena de personas en una década.
Básicamente es una migración iniciada y luego sustentada a partir de vínculos de amistad y familiares. Los actores centrales de esta migración contaban sólo con información general, no tenían ningún contacto seguro, únicamente un puente o un vínculo “fuerte” del que obtuvieron recursos básicos para concretar el proceso migratorio una vez que estaban en la frontera norte de México.
Esta migración es un proceso que deja de ser incierto en tanto se avanza geográficamente hacia la frontera norte, los recursos sociales primordiales se van asegurando en la marcha, en la medida en que se fortalecen los vínculos y se obtiene información valiosa, digamos que es una construcción cotidiana de la migración.
2. La Palma-Nueva York. Una migración esencialmente masculina, concentrada en un grupo social familiar, sustentada en redes familiares que se fortalecen rápidamente a partir de los actores activos y aceleradores que las conforman. Estas redes son excluyentes y selectivas, al no permitir la inclusión o brindar ayuda a quienes no son parte de las redes familiares y de compadrazgo.
Es importante destacar que esta migración no es iniciada por hombres pioneros, sino por la inserción directa en una red, por la intervención de una mujer en el establecimiento del vínculo entre una red de migración internacional y un prospecto migrante, que se ubicaba en lugares como La Palma y El Estero, en la costa de Chachalacas. Las redes que sostienen este proceso se inician a partir de vínculos comunitarios externos, para independizarse rápidamente y conformar su propia red sustentada en actores locales.
3. La Palma-Carolina del Norte. Se inicia por la migración pionera de marianos, y se fortalece en menos de un quinquenio por la participación e inclusión de familiares, paisanos y amigos que arriban a Carolina del Norte provenientes de México o de algún estado de la Unión Americana. En un principio los flujos están conformados por hombres, pero en tan sólo un par de años, se incorporan también mujeres y niños, y jóvenes que incluso nunca habían participado en proceso migratorio alguno.
Se presenta una re-plantación del capital social, al aprovechar y hacer uso del conocimiento específico sobre la vida y el trabajo en los Estados Unidos, así como por los vínculos y redes dinamizados y fortalecidos con quienes se encuentran en Nueva York, quienes después cambiaron su lugar de residencia y trabajo a Carolina del Norte. Esta migración ha funcionado con base en redes locales, que con el tiempo han dejado de ser selectivas, para mostrarse abiertas e incluyentes, abarcando prácticamente todos los grupos sociales de La Palma, imprimiéndole un nuevo matiz y redefiniendo la forma en cómo se había venido desarrollando el fenómeno a nivel local.
La migración internacional en La Palma ha estado cruzada por procesos sociales diferenciados, si bien la californiana fue la primera en presentarse, no alcanzó el desarrollo en dimensión y composición de flujos, que las que tenían como destino Nueva York y Carolina del Norte. Los migrantes posteriores no recurrieron a los vínculos que conducían a California, sino a redes familiares y de amistad ubicados en la costa este de los Estados Unidos, y que ya mostraban un dinamismo mayor que el que presentaba y alcanzaba en momentos álgidos la migración a California.
La migración con destino al este de los Estados Unidos estuvo en manos de hombres activos y sumamente coordinados lo que permitió la presencia acelerada del fenómeno, multiplicándola entre personas y diversas comunidades de la región, a través de redes familiares, de compadrazgo primero y posteriormente entre las de paisanaje y amistad.
El origen de la migración, la planeación y organización del viaje hasta la frontera y el ingreso de manera clandestina a los Estados Unidos estuvo fincado en el acceso a las redes sociales y migratorias, a través de la construcción y análisis de genealogías migratorias identificamos las densidades de los flujos en periodos específicos. Los migrantes de La Palma dejaron de lado la migración de carácter nacional para insertarse, a través de las redes migratorias, a los flujos con destino a los Estados Unidos, es importante decir que las redes sociales fueron una base de organización social que permitió su formación acelerada, dando origen a dichos circuitos.
La migración a California se caracterizó por incluir a pocas personas que por reunificación familiar decidieron ir a trabajar a los campos agrícolas ubicados en el Valle de San Joaquín. La conformación del circuito al estado de Nueva York se dio partir de las redes familiares, conformadas por hombres dinámicos, mediante un proceso selectivo y excluyente, que tuvieron estancias de varios años. El estado de Carolina del Norte se consolidó, a finales de los noventa, como un destino para los campesinos de La Palma que solos o en familia fueron estableciendo su residencia y fortaleciendo su proyecto de no retorno.
Los actores rurales de La Palma fueron redefiniendo sus prácticas de organización y movilidad en la medida en que se iban incorporando a la migración internacional, pasando de pioneros a nodos de redes difusas y densas, que hacían circular una mayor cantidad de recursos sociales valiosos para los futuros migrantes.
Consideraciones finales
La incorporación de nuevas regiones de origen y destino de la migración México-Estados Unidos y la participación de actores sociales organizados en redes migratorias han traído consigo cambios significativos, que se captan y se aprecian de manera diferenciada de acuerdo con la perspectiva del análisis y con los instrumentos de medición empleados por los investigadores. La inserción y redefinición de los nuevos actores de la migración de los años noventa ha dado lugar a nuevas discusiones y regionalizaciones, pero también nos conduce a replantear los acuerdos para hacer frente a una realidad tan dinámica y cambiante, que parece rebasarnos.
Los nuevos lugares de origen de la migración mexicana no sólo refieren a la región como un conglomerado de estados con una ubicación especifica en el país, sino también a regiones geográficas definidas socialmente que se ubican en los estados mexicanos con una amplia tradición migratoria, pero que tenían una participación mínima en el movimiento de población con destino a los Estados Unidos. Es el caso del noroeste michoacano, la sierra norte de Puebla versus la mixteca, la sierra de Oaxaca versus la mixteca, o algunos municipios de la sierra guanajuatense.
Los lugares de destino no son tan nuevos, pues la presencia de los mexicanos ya era añeja; lo nuevo son los flujos de mayor densidad, su heterogeneidad y el proceso acelerado de incorporación de población.
La emergencia del fenómeno y su presencia acelerada en estados mexicanos o regiones, que antes no enviaban a sus habitantes a los Estados Unidos, ha mostrado un crecimiento sin precedentes en tan sólo una década. Durante los años noventa se incorporaron no sólo hombres con experiencia previa de trabajo urbano y asalariado, aunque provenían del medio rural, sino también mujeres y niños, es decir familias completas que salen literalmente detrás del esposo, reduciendo significativamente el tiempo de incorporación de los demás miembros de la familia, a diferencia de como sucedía en la migración de la región tradicional del occidente de México donde dicho proceso les llevaba varias décadas.
Hemos encontrado algunas características que nos parece importante destacar, sin que esto signifique que los patrones migratorios en el estado de Veracruz sean homogéneos o que muestren tendencias en un solo sentido o generalizadoras.
La migración internacional en Veracruz se presenta de manera importante entre 1990 y 2000, compuesta por flujos heterogéneos: hombres jóvenes y adultos, mujeres y niños. En tan sólo una década el fenómeno emergió de manera acelerada involucrando a una parte considerable de la población en edad productiva, trastocando los más finos tejidos sociales.
La nueva migración ha llevado a los veracruzanos no sólo a los estados tradicionales de destino en los Estados Unidos, sino también a diversos estados “nuevos”, compuestos por poca población latina y donde se emplean principalmente en el medio urbano.
La nueva migración presenta patrones migratorios, tanto de dispersión como de concentración, aunque en general se puede apreciar una constante movilidad de los migrantes una vez que están en los Estados Unidos. Debido quizás a que como “pioneros”, buscan el mejor lugar para establecerse y emplearse, mejores condiciones de empleo y salarios, y lugares donde obtener más fácilmente papeles de identificación o licencias de conducir que les reduzcan los niveles de incertidumbre al ser detenidos por el Departamento de Inmigración. En fin, que en ese proceso acumulan y hacen uso del capital social y humano migratorio que les dará más certezas en su nueva vida transnacional.
Si bien algunos de los nuevos migrantes hacen estancias más prolongadas y se establecen de manera definitiva en los Estados Unidos, el proceso de retorno se ve acelerado cuando no logran conseguir empleos más estables o mejor remunerados, y por el “dolor” que producen la separación y el distanciamiento familiar.
La migración internacional en las regiones emergentes se caracteriza por su constitución de procesos que se redefinen constantemente, mientras los tejidos sociales se fragmentan o trastocan; es dinámica y presenta características necesarias de entender a la luz de los tiempos modernos y de metodologías de investigación especificas que consideren lo global sin reducir la importancia de los procesos locales.
Fecha de recepción: 08 de junio de 2011
Fecha de aceptación: 30 enero de 2012
Bibliografía
Alba, Francisco (2000). “Consolidación de los patrones emergentes”, en Demos, Carta Demográfica de México, núm. 13, p. 11.
Alemán, Miguel (2000). Segundo Informe de Gobierno. Gobierno del Estado de Veracruz.
Binford, Leigh (2002). “Remesas y subdesarrollo en México”, Relaciones, núm. 90, El Colegio de Michoacán, primavera, pp. 17-54.
Bustamante, Jorge (1997). Cruzar la línea. Fondo de Cultura Económica.
Conapo (2002). La población de México en el nuevo siglo.
Coespo (Consejo Estatal de Población) (2002). La migración en el estado de Veracruz, 1930-2000, mimeo.
Cornelius, Wayne (1990). “Los migrantes de la crisis. El nuevo perfil de la mano de obra mexicana a California en los años ochenta”, en Gail Mummert (ed.), Población y trabajo en contextos regionales. Morelia: El Colegio de Michoacán, pp. 103-141.
Dunn, Tim, Ana María Aragonés y George Shivers (2005). “Recent Mexican Migration to the Rural Delmarva Peninsula: Human Rights vs. Citizenship Rights in a Local Context”, en Victor Zúñiga y Rubén Hernandez-León (eds.), New Destinations of Mexican Immigration in the United States: Community Formation, Local Responses and Inter-Group Relations. Sage Press
Durand, Jorge y Douglas Massey (2003). Clandestinos. Migración México-Estados Unidos en los albores del siglo xxi. Porrúa-Universidad Autónoma de Zacatecas.
Durand, Jorge (1998a). “Migration and Integration: Intermarriages among Mexicans and Non-Mexicans in the United States”, en Marcelo Suárez-Orozco (ed.), Crossings. Mexican Immigration in Interdisciplinary Perspectives. Cambridge: Harvard University, pp. 209-221.
—— (1998). “¿Nuevas regiones migratorias?”, en Población, desarrollo y globalización. México: Sociedad Mexicana de Demografía/El Colegio de la Frontera Norte, pp. 101-115.
—— (2001). Douglas Massey y René Zenteno, “Mexican Immigration to the United States: Continuities and Changes”, Latin American Research Review, 36 (1), pp. 107-131.
—— (1994). Más allá de la línea. Patrones migratorios entre México y Estados Unidos. México: cnca.
Estudio Binacional (1997). Estudio binacional México-Estados Unidos sobre migración. Secretaría de Relaciones Exteriores y Commission on Immigration Reform.
Fortuny, Patricia y Elizabeth Juárez (2002). “Iglesias y migrantes agrícolas: Immokalee, Florida”. Ponencia presentada en el Congreso Nacional sobre Dinámicas Tradicionales y Emergentes de la Emigración Mexicana. Guadalajara, Jalisco: ciesas-Occidente.
Goldring, Luin (1992). “La migración México-Estados Unidos y la transnacionalización del espacio político y social: perspectivas desde el México rural”, Estudios Sociológicos, vol. x, núm. 29, El Colegio de México, mayo-agosto, pp. 315-340.
Griffith, David (2002). “El avance de capital y los procesos laborales que no dependen del mercado”, Relaciones, núm. 90. Primavera. El Colegio de Michoacán, pp. 17-54.
Hernández, Luis (2004). To Die a Little. Migration and Coffee in Mexico and Central America. Americas Program, Interhemispheric Resource Center.
Huntington, Samuel (2004). ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense. Paidós.
inegi (2010). Censo Nacional de población y vivienda. México.
Lozano, Fernando (1998). “Continuidad y cambios en la migración temporal entre México y Estados Unidos”, en Manuel Ángel Castillo, Alfredo Lattes y Jorge Santibáñez (coords.), Migración y fronteras. México: El Colegio de la Frontera Norte/El Colegio de México/Asociación Latinoamericana de Sociología, pp. 305-320.
—— (2001). “Nuevos orígenes de la migración mexicana a los Estados Unidos: migrantes urbanos versus migrantes rurales”, en Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, núm. 94. Universidad de Barcelona, agosto.
Marcelli, Enrico y Wayne A. Cornelius (2001). “The Changing Profile of Mexican Migrants to the United States”, Latin American Research Review, vol. 36, Albuquerque, pp. 105-131.
Martínez, Rubén (2001). Crossing Over. Susan Bergholz Literary Services.
Mendoza, Cristóbal (2002). “¿Nuevos patrones migratorios México-Estados Unidos? Características del flujo migratorio de una región expulsora tradicional (Michoacán) y una emergente (Veracruz) en los noventa”, ponencia presentada en el Congreso Nacional sobre Dinámicas Tradicionales y Emergentes de la Emigración Mexicana. Guadalajara, Jalisco: ciesas-Occidente.
Pérez, Mario (2001). “Buscando el norte: la ‘nueva’ migración de veracruzanos a los Estados Unidos”, El Cotidiano, núm. 108. uam-Azcapotzalco, pp. 9-21.
—— (2003). “Las redes sociales en la migración de Veracruz a los Estados Unidos”, en Migraciones Internacionales, vol. 2, núm.1, enero-junio. México: El Colegio de la Frontera Norte, pp.136-160.
Rodríguez, Raúl (2000). “Veracruz en el círculo de la pobreza”, Fundamentos, núm. 110. Xalapa, abril, pp. 2-5.
Smith, Robert (2002). “Al este de Aztlán. La migración mexicana al este de los Estados Unidos”, Letras Libres, año iv, núm. 46. México, pp. 33-38.
Smith-Nonini, Sandy (2002). “Nadie sabe, nadie supo: el programa federal H2A y la explotación de mano de obra mediada por el estado”, Relaciones, núm. 90, primavera, El Colegio de Michoacán. pp. 55-86.
Stephen, Lynn (2002). “Globalización, el estado y la creación de trabajadores indígenas “flexibles”: trabajadores agrícolas mixtecos en Oregón”, en Relaciones, núm. 90, primavera. El Colegio de Michoacán, pp. 87-114.
Tuirán, Rodolfo (2001). “La migración de México a los Estados Unidos”, en La población de México en el nuevo siglo. México: Consejo Nacional de Población.
Vidal, Laura et al. (2002). “De Paraíso a Carolina del Norte, Redes de apoyo y percepciones de la migración a Estados Unidos de mujeres tabasqueñas despulpadoras de jaiba”, Migraciones Internacionales, núm. 2. El Colegio de la Frontera Norte, pp. 29-62.
Weber, Devra (1994). Dark Sweat, White Gold. California Farm Workers, Cotton, and New Deal. University of California Press.
1. Lozano (2001) propuso dividir al país, en dos grandes regiones: la tradicional que comprende nueve estados que tradicionalmente han sido proveedores de mano de obra migrante: Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas; y la región no tradicional, constituida por los 22 estados restantes.
2. Ubicados de sur a norte son: La Antigua, Puente Nacional, Emiliano Zapata, Paso de Ovejas Úrsulo Galván, Actopan, Alto Lucero, Tepetlán, Naolinco, Coacoatzintla, Jilotepec, Chiconquiaco, Landero y Coss, Acatlán, Miahuatlán, Juchique de Ferrer, Yecuatla, Colipa y Misantla.