Introducción1

En el siglo XXI, se ha convertido en una idea trillada que algo anda mal con las democracias existentes. Para etiquetar ese malestar, se habla de crisis y, específicamente, de crisis de representación política, dada la anterior hegemonía de la democracia representativa, que se caracteriza por la intermediación de partidos políticos.

Así, crisis etiqueta una constelación de problemas atribuidos al dominio de los partidos sobre la política institucional: estos aparecen como responsables instrumentales o finales de un déficit democrático (Ramírez, 2014, pp. 181-184). A pesar de la diversidad de trayectorias democráticas de cada país, dicha crisis cuenta con síntomas similares a uno y otro lado del Atlántico. Este artículo aborda un fenómeno de reciente cuño en el México postalternancia -conceptualizado como utopía política pospartidista-, y busca constituir una respuesta a la crisis de representación desde la experiencia mexicana.

La primera pregunta que motiva la investigación es ¿cómo construyen y abordan las personas la crisis de la democracia representativa? En otras palabras, ¿cómo se posicionan las personas ante el modelo político hegemónico, que se percibe socialmente en situación de crisis?

Interesa la perspectiva del ciudadano, que se siente de alguna manera dominado por el sistema político, los partidos políticos y el político profesional. A priori, esta asimetría de poder deriva en tres posicionamientos políticos respecto a la democracia existente: evasión, insistencia o trascendencia.

En la evasión, se produce un distanciamiento entre el ciudadano y el sistema político que de hecho supone una aceptación implícita del statu quo político. La evasión puede compatibilizarse con la participación política puntual.

Por su parte, la insistencia implica una esperanza en que el sistema político pueda regenerarse por sus propios medios. Comprende la creencia en nuevos líderes y partidos políticos que dicen querer reformar la democracia desde dentro. Comporta, por tanto, una aceptación explícita del statu quo político. Puede incluir participación política puntual o regular.

Por último, el posicionamiento de trascendencia rechaza radicalmente la democracia representativa, concretamente el dominio de los partidos sobre el proceso político. Busca trascender la intermediación de partido y reconfigurar la democracia sobre la base del control ciudadano. Se trata de establecer un verdadero Gobierno del pueblo, atendiendo al origen histórico y etimológico de la democracia. Para este posicionamiento, la hegemonía partidista debe ser trascendida por ciudadanos apartidistas. Este repudio explícito del statu quo político puede implicar una participación política puntual de carácter estratégico.

Evasión e insistencia son diacrónicamente compatibles: una persona puede transitar de uno a otro posicionamiento a lo largo de su vida. Trascendencia no es simultáneamente compatible con insistencia, aunque sí con evasión. En cuanto al posicionamiento trascendente, surge la segunda pregunta de investigación: ¿qué tan radical es en México el rechazo de la intermediación de los partidos?

El presente artículo se centra en el caso de un grupo contestatario mexicano autodenominado Congreso Nacional Ciudadano (Conaci). El Conaci fundamenta su razón de ser en trascender el dominio partidista.2 Para responder las preguntas de investigación, se examinan las dimensiones colectiva y biográfica de participantes de este grupo en la Ciudad de México entre 2015 y 2017. La hipótesis es que el paso de la aceptación de la democracia mexicana existente al rechazo radical del partidismo es irreversible -es decir, sin retorno e indefinido-, pero que las personas pueden pragmáticamente continuar participando en la política institucional (por ejemplo, mediante el voto).

Se conceptualiza el posicionamiento político trascendental del Conaci como utopía (política) pospartidista, para lo cual se entiende utopía como la doble totalización de una discontinuidad (por ejemplo, representada en el concepto bifásico partidismo-apartidismo) en la temporalidad (del pasado al presente, y hacia el futuro). La utopía comprende también una crítica del presente, un deseo de cambio y una trasformación a futuro (Levitas, 2010). Por otra parte, se emplea la categoría pospartidismo para separar el análisis del discurso empírico.3

1. Marco conceptual

La identificación y caracterización de la crisis de la democracia mexicana ha sido abordada desde diversas temáticas, marcos teóricos y metodologías. Destacan tres líneas de investigación: las encuestas de opinión pública, las representaciones sociales de jóvenes y la acción colectiva.

1.1 La crisis según la opinión pública

Desde la opinión pública, la crisis consiste en una desarticulación entre la ciudadanía y su apoyo político a la democracia. Esta degradación incluye esquemas perceptuales cognitivo-afectivos y comportamientos personales relacionados con la política. Según los datos, cuatro percepciones se han arraigado en el imaginario mexicano: los políticos y sus instituciones no son confiables, la política es corrupta, la democracia no ha traído (suficiente) bienestar social y la política no interesa.

1.1.1 Los políticos y sus instituciones no son confiables

Citando a Norris (2011), Barrientos del Monte (2012, pp. 200-201) indica cinco niveles analíticos del apoyo político, que van de menor a mayor especificidad: 1) identidad nacional, 2) valores y principios del régimen, 3) evaluación del desempeño del régimen, 4) confianza en las instituciones del régimen y 5) aprobación del desempeño de los actores políticos.

Las fisuras en el apoyo político inician con la identificación no con México como entidad política soberana, sino con el sistema político que rige la nación. En líneas generales, las encuestas en distintos países occidentales muestran apoyo a la democracia (nivel 2 del apoyo político), pero insatisfacción con su funcionamiento (nivel 3). Sin embargo, en México, además de una insatisfacción por encima del promedio latinoamericano (Barrientos, 2012, p. 204) y de que el país contó con el último lugar en satisfacción en 2015 (Mora Heredia, 2017), el apoyo a la democracia ha ido erosionándose progresivamente, descendiendo según el Latinobarómetro4 de un máximo de 63%, en 2002, a mínimos de 37% y 38% en 2013 y 2017, respectivamente. Tanto el apoyo a la democracia como la insatisfacción con ella reflejan la decepción social con el pluralismo electoral a partir de la alternancia presidencial del 2000.

Esta insatisfacción generalizada también aparece reflejada en los bajos índices de confianza en las instituciones políticas. Para México, Del Tronco (2012) ha establecido una relación causal entre desempeño del régimen (nivel 3) y desconfianza política (nivel 4). Según la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP),5 las instituciones sociales con menor confianza en México son consistentemente la policía, el Congreso, los sindicatos y los partidos políticos. Por otro lado, una encuesta de 2016 situó el presidente de la república y los partidos políticos empatados en último lugar de confianza en una lista de diecinueve instituciones (Fix-Fierro, Flores, y Valadés, 2017, p. 171). En consecuencia, dejando de lado la impopularidad coyuntural del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018), los partidos políticos generan la mayor desconfianza entre todas las instituciones sociales mexicanas.

La evolución de dicho descrédito, según el Latinobarómetro, va paralela a la de la insatisfacción con la democracia: entre 1997 y 2000, y en 2006, los partidos gozaban de cierta credibilidad, pero a partir de la elección del presidente Felipe Calderón (2006-2012), el índice de confianza en los partidos cayó un 70%; en 2017, nueve de cada diez mexicanos confiaban poco o nada en ellos. El partido con el que más se identificaba la población en el último año mencionado era ninguno, con porcentajes entre 30% y 40% (Fix-Fierro, Flores, y Valadés, 2017; también se consideran datos del Latinobarómetro -ver nota al pie número 4-). Además, en consonancia con los índices de apoyo y satisfacción, la desconfianza y el desencanto han mostrado socialmente un aumento tras las alternancias presidenciales (Morales Mena, 2015, p. 61).

La insatisfacción con la democracia y la desconfianza en los partidos están estrechamente relacionadas con una percepción social de la brecha entre gobernantes y gobernados (Meixueiro Nájera, 2009, p. 62; Mora Heredia y Jiménez Badillo, 2016, p. 237), como sugiere la opinión mayoritaria, según el Latinobarómetro, de que México está gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio. En 2006, el 64% de los encuestados por el Latinobarómetro lo creía; de 2008 a 2016, el porcentaje se situó entre 76% y 80%, y luego saltó a 90% en2017 (Latinobarómetro, s/f).

Este distanciamiento identifica a los representantes políticos con una clase política en mancuerna con poderes fácticos, lo cual se presta a la caricaturización popular, con expresiones como "todos los políticos/partidos son iguales" o "todos son [adjetivo peyorativo]" (Mora Heredia, 2017, p. 83). La impresión de muchos es que la democracia en México es una farsa en la que los partidos usan las elecciones para legitimar Gobiernos de la élite para su propio beneficio.

1. 1. 2 La política es corrupta

En Fix-Fierro, Flores y Valadés (2017), al ser interrogados sobre el porqué de su desconfianza en los partidos políticos, poco más de la mitad de los encuestados señaló que "por corruptos" o "porque roban y abusan de su posición" (p. 180).

Con datos del Latinobarómetro para América Latina de 2013, Moisés y Carneiro (2018) encontraron una correlación negativa entre confianza en los partidos y percepción de corrupción. La corrupción es, de hecho, un discurso trasnacional movilizado para fines diversos por distintos actores. Cuenta, por tanto, con una definición plástica, sujeta a intereses sectoriales.

En México, el tema está firmemente implantado en el imaginario social y sirve para justificar las limitaciones y escándalos de la democracia, aunque también aparece como válvula de escape para mitigar la desigualdad social (Gil Villa, 2013). Según Morris (2016), los indicadores y la percepción social de la corrupción en México registran poco cambio en las últimas dos décadas; sin embargo, este autor presenta datos del Banco Mundial que muestran un declive del 50% en el control de la corrupción desde 2000 hasta 2014. En la misma línea, desde 2006 el Latinobarómetro registra un ascendiente pesimismo sobre el combate a la corrupción en México. Por otro lado, según el Índice Global de Impunidad 2017, México se encuentra entre los trece países del mundo con muy alta impunidad, encabezando América Latina (Le Clercq Ortega y Rodríguez Sánchez Lara, 2017, p. 9).

1. 1. 3 La democracia no ha traído (suficiente) bienestar social

Morales Mena (2015, pp. 61-62) explica el resurgimiento de la desconfianza política tras la alternancia presidencial por tres factores: el desempeño gubernamental, la corrupción y los resultados de las políticas públicas. A partir del mandato de Vicente Fox (2000-2006), la ciudadanía en general percibió que el pluralismo electoral a nivel federal no traía mejor gestión, menor corrupción y mayor bienestar social.

Pese a la crítica académica de que la democracia no comporta necesariamente una reducción en la desigualdad social (Cadena Roa y López Leyva, 2011, p. 453), las campañas electorales y el imaginario popular sí asocian democracia con bienestar social. Cuestionados sobre los factores que definen la democracia, los encuestados de Córdova, Flores, Alejandre y Vázquez del Mercado (2015) respondieron, en primer lugar, "empleo para todos" (29%) y, en segundo lugar, "elecciones libres y equitativas" (22%) (p. 240). En el fondo, se halla una lucha ideológica por definir democracia: ¿implica esta bienestar social o, más bien, se centra en garantizar elecciones competitivas? En todo caso, parte de la insatisfacción con la democracia de la ciudadanía mexicana parece estar relacionada con la percepción de que existe insuficiente bienestar social a pesar del pluralismo electoral. Del mismo modo, se tiene la percepción de que las políticas públicas consideradas impopulares se construyen como medidas de la clase política para beneficiarse, protegerse o de alguna forma procurar intereses privados, en lugar de promover el bien común.

1. 1. 4 La política no interesa

Los analistas han acuñado el término desafección política para etiquetar el distanciamiento perceptual-conductual entre ciudadanía y política, vinculado a un bajo nivel de participación política (Díaz Jiménez, 2017). Citando a Torcal y Montero (2006), Maldonado Hernández (2013, p. 113) secciona esta desafección en desapego político y desafección institucional. Para México, encuentra que el desapego se correlaciona negativamente con la participación política; sin embargo, el segundo factor "sólo parece desincentivar la participación electoral, pero no las otras formas" (Maldonado Hernández, 2013, p. 129), lo cual cuestiona la coherencia interna de la desafección política.

Este constructo revela, además, una limitación significativa de las encuestas: el sesgo en la formulación de preguntas, concretamente, la confusión en el empleo e interpretación de política: por un lado, la política se ha naturalizado como aquella actividad que llevan a cabo los partidos; por otro lado, desborda este significado partidista y puede abarcar cualquier acción humana que pretenda influenciar asuntos de interés público.

En suma, las encuestas dibujan una percepción social de la democracia mexicana claramente desfavorable. La crisis se origina por las expectativas decepcionadas sobre el pluralismo electoral, ligadas a un deficiente desempeño del régimen democrático, pero este enfoque padece limitaciones que reducen su validez. Aparte de la confusión terminológica, la opinión pública está sujeta a coyunturas que influencian sus respuestas, cosa que confunde las comparaciones diacrónicas. Por otro lado, el análisis de agregados resulta en generalizaciones que, si bien capturan ciertos macroprocesos sociales, pierden poder explicativo. Las personas y los motivos detrás de sus respuestas se diluyen en porcentajes, y estos a su vez en modelos estadísticos. Los fenómenos incipientes, minoritarios o complejos probablemente quedan fuera del análisis.

1.2 La crisis según las representaciones sociales de la política por parte de jóvenes

La representación social es un esquema mental compartido que orienta la comprensión, interpretación y acción en el mundo (Moscovici, 1979). Es una impresión colectiva intersubjetiva, mientras que una opinión pública es una expresión colectiva externalizada. La literatura sobre representaciones sociales de la política se centra en los jóvenes. De ella se desprenden tres caracterizaciones de crisis: la política es partidista y corrupta, soy apartidista pero no apolítico y la democracia existente es una farsa.

1. 2. 1 La política es partidista y corrupta

La política institucional, de partidos políticos, se ha naturalizado como la política. En una investigación sobre representación social y cultura política en jóvenes mexicanos, González Navarro, González Pérez, Mendoza García y Ramos Lara (2006) hallaron que estos no piensan en la actividad política fuera de los partidos como política. De hecho, rechazan que el término designe otro tipo de política. Tal naturalización y falta de diferenciación ocurre en otros países latinoamericanos (Cárdenas, Parra, Picón, Pineda, y Rojas, 2007; Galindo y Acosta, 2008).

Por otro lado, en ejercicios de asociación libre de palabras, consistentemente se produce la asociación política-corrupción. En una investigación sobre adultos mexicanos de todas las edades, Castaños (1996) encontró que gobierno se asocia primero a corrupción, y también a poder, política y dinero. La ENCUP del 2001 incluyó a su vez una asociación de política, que fue vinculada primero a corrupción, seguida de gobierno. Por otro lado, González Navarro, González Pérez, Mendoza García y Ramos Lara (2006, p. 347) señalan que la corrupción es para los jóvenes principio definitorio de la política. En la misma línea, en una indagación con estudiantes de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Yépez Hernández (2003) indica que

Lo que sobresale es más bien la idea de que los partidos políticos son organizaciones corruptas y casi delictivas, o, en el mejor de los casos, simples organizaciones orientadas a la conquista del poder en beneficio propio, y no de la ciudadanía. (p. 130)

Otro estudio en la Ciudad de México produjo asociaciones entre política y "beneficios individuales, robo, denuncias, corrupción y amistad" (Cuna Pérez, 2006, p. 119). Esta vinculación política-corrupción también aparece en pesquisas con jóvenes en otros países latinoamericanos (Bruno, Barreiro, y Kriger, 2011; Cárdenas, Parra, Picón, Pineda, y Rojas, 2007)

1. 2. 2 Soy apartidista pero no apolítico

El rechazo de la política institucional por parte de los jóvenes inhibe su participación en dicha política, pero no impide que puedan desarrollar una actividad política alternativa. La caracterización del joven como sujeto apolítico sería incorrecta y normativa (González Navarro, González Pérez, Mendoza García, y Ramos Lara, 2006, p. 349), producto de la confusión creada por la naturalización de la política institucional como política. Mejor dicho, este segmento de la población tiene inquietudes políticas que se manifiestan por canales no institucionales. Su concepción y práctica políticas involucran aspectos de su vida cotidiana y favorecen formas asamblearias y participativas.

Esto acaso resulte en una idealización de la política desde abajo y al margen de las instituciones políticas. La política institucional se percibe como algo arcaico, rígido, excluyente e incapaz de democratizarse y vehicular la mejora social (Cuna Pérez, 2006; González Navarro, González Pérez, Mendoza García, y Ramos Lara, 2006). La mayoría de jóvenes, un 45% según la Encuesta Nacional de Valores en Juventud (ENVJ) de 2012, dice "no simpatizar con partido alguno" (Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, e Instituto Mexicano de la Juventud, 2012, p. 286). Como los demás adultos, colocan a políticos y partidos en último lugar de satisfacción en una lista de veinticuatro instituciones sociales (Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, e Instituto Mexicano de la Juventud, 2012, p. 158). De nuevo, esta faceta representacional desborda fronteras (Cárdenas, Parra, Picón, Pineda, y Rojas, 2007; Galindo y Acosta, 2008).

1. 2. 3 La democracia existente es una farsa

Una farsa es una "acción realizada para fingir o aparentar" (Real Academia Española, 2018). Los jóvenes mexicanos contrastan la democracia entre ideal-teoría y democracia existente, vivida en la cotidianeidad de sus vidas, la cual se les antoja simulada. Los políticos se llenan la boca con democracia, pero sus acciones desmienten la retórica. Los medios de comunicación, además, contribuyen activamente a la farsa.

En ese sentido, para los jóvenes la verdadera democracia sería inexistente, o cuando ocurre marginalmente los poderes públicos la reprimen porque va en contra de sus intereses particulares (Cuna Pérez, 2006; González Navarro, González Pérez, Mendoza García, y Ramos Lara, 2006). Entre los universitarios de la UNAM, Yépez Hernández (2003, p. 130) encuentra una desvinculación entre democracia y partidos políticos: los partidos "no son considerados como componentes necesarios de la vida democrática ni como elementos activadores del proceso de democratización".

Acaso como resultado de esta dicotomización e idealización, los jóvenes muestran mayor apego a la democracia que los adultos en general (Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, e Instituto Mexicano de la Juventud, 2012, p. 281).

Ahora bien, la polarización democracia-política institucional puede resultar en desánimo o motivación para implicarse en la mejora social. Mientras algunas investigaciones registran pesimismo acerca del futuro de la democracia (González Navarro, González Pérez, Mendoza García, y Ramos Lara, 2006), otras apuntan el efecto motivacional de esta disyuntiva (Bruno, Barreiro, y Kriger, 2011; Galindo y Acosta, 2008). Se trata de tendencias y, finalmente, la metodología para el estudio representacional no permite dilucidar los factores que explican una u otra orientación.

El estudio de la representación social de la política permite constatar aspectos que se insinúan, aunque ambiguamente, en las encuestas: la vinculación popular de la política con lo institucional y la corrupción; el rechazo social a esta versión de política, pero no a la implicación política en general; y la sensación de estar viviendo una burla por parte de las instituciones. Y cabe pensar, ¿qué tanto representan los jóvenes al resto de la población adulta?

Por otro lado, como la indagación por sondeo, el enfoque de la representación social carece de cierta profundidad temporal e interpretativa. El énfasis en el detalle representacional deja de lado la historia de la representación social y cómo esta influye en el accionar cotidiano.

1. 3 La crisis según la acción colectiva contestataria: el #YoSoyl32

La acción colectiva contestataria en México constituye un vasto campo de conocimiento académico, y una revisión de esta literatura no es posible ni necesaria. Aquí interesa, más bien, cómo ha construido la crisis de la democracia mexicana algún grupo de alcance y significación nacional que recientemente haya tematizado este asunto en su discurso y actuación. A este efecto, el grupo #YoSoy132 es particularmente relevante. Cumple con el señalado requisito y resulta la última gran movilización con anterioridad a la emergencia de grupos utópicos pospartidistas, a los que prefigura.

Si las encuestas de opinión pública y las representaciones sociales apuntan a la cultura política, a la acción colectiva concierne el cambio social agónico, es decir, esta enfatiza los procesos temporales y, concretamente, las relaciones en y entre actores colectivos en situaciones de conflicto. Los grupos contestatarios critican la política y plantean sus propias propuestas, en un rango que oscila entre la procuración de intereses particulares y (supuestamente) el bien común.

En el caso de grupos que tematizan la crisis democrática, la relación entre la crítica a la democracia y las propuestas de mejora democrática permite complementar el diagnóstico crítico mediante inducción de las propuestas. En otras palabras: cada propuesta deriva de cierta crítica, por tanto, lleva implícita una caracterización de la crisis democrática.

A partir del trabajo de Goffman (2006), David Snow y sus colaboradores desarrollaron la teoría de los marcos de la acción colectiva, donde marcos son "'esquemas de interpretación' que permiten a los individuos 'ubicar, percibir, identificar y clasificar' los acontecimientos ocurridos dentro de su espacio de vida y en el mundo en general" (Snow, 1986, traducido en Chihu Amparán, 2006, p. 32). Es decir, son representaciones sociales u opiniones públicas construidas por los grupos de protesta para diagnosticar la realidad, proponer y alcanzar soluciones, y motivar la movilización (Snow y Benford, 1988). Con la adopción de este enfoque, se ponen aquí de relieve los marcos del #YoSoy132, concretamente los de diagnóstico explícitos o aquellos que están implícitos en los marcos de pronóstico y de motivos.

En síntesis, tres marcos maestros de diagnóstico de la democracia mexicana emergen de la literatura: 1) existe una brecha no democrática entre gobernantes y gobernados; 2a) la democracia representativa es viable (antes de la elección de 2012) y 2b) la democracia representativa ha muerto (tras la elección); y 3) la concienciación es clave para democratizar la sociedad.

El primer marco maestro motiva y articula la movilización de #YoSoy132, y se expresa a su vez en diferentes marcos específicos. El incidente detonante del grupo, sucedido en la Universidad Iberoamericana (Ibero), implicó un cuestionamiento de la impunidad de la que aparentemente gozaba el entonces candidato priista a la Presidencia, Enrique Peña Nieto. La reacción del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y las televisoras permitió construir un marco de injusticia que fundamentaba la solidaridad con los ciento treinta y un estudiantes de la Ibero y dio pie al rápido crecimiento del movimiento. A este marco subyacían, además, las demandas iniciales de democratización de los medios y elecciones limpias.

La adhesión de estudiantes de universidades públicas y la elección de Peña Nieto propiciaron una ampliación de quejas y exigencias que asumieron la brecha entre poderes fácticos y ciudadanía. La crítica ya no se limitó a los emporios mediáticos, sino que abarcó el sistema económico neoliberal, además de desahuciar la democracia representativa y las políticas públicas. El grupo dejó el pragmatismo fundante y se tornó utópico. Certificó el fraude electoral y constató que la democracia mexicana es en realidad una dictadura oligárquica.

El segundo marco maestro presenta la misma ambivalencia que el pluralismo electoral antes y después de la elección del año 2000. El #YoSoy132 preelección en 2012 recuerda a la coalición opositora a fines del siglo XX, empeñada en impedir la victoria de otro presidente priista. La decepción con el presidente Vicente Fox y la elección de Enrique Peña Nieto generaron reacciones no sólo de desesperanza, sino también de cierta fe en algo (todavía por definir) más allá de la democracia de partidos.

Ahora bien, ante el imperio partidista -impuesto por la represión del Estado experimentada por #YoSoy132-, sólo cupo insistir, desde abajo, en la concienciación para abrir, transitar y completar ese camino hacia el trascender la democracia existente. El #YoSoy132 dejó algunos logros coyunturales, pero sus comentaristas reivindican que ha sembrado una semilla en la conciencia colectiva, que acaso fructifique en el futuro (Fernández Poncela, 2014).

Por todo esto, el#YoSoyl32 constituye un nodo significativo para la comprensión de la crisis democrática. No obstante, el posicionamiento de este grupo de jóvenes universitarios debe contrastarse con los de grupos contestatarios de adultos de todas las edades. Además, la investigación sobre el #YoSoy132 no ha abordado directamente la crisis ni, en general, ha integrado las dimensiones biográfica y colectiva (a excepción de Portillo -2015-).

2. Metodología

El presente trabajo parte de un enfoque construccionista (Berger y Luckmann, 2012), derivado del interaccionismo simbólico (Mead, 1973). Sin necesidad de caer en el funcionalismo, se puede afirmar que las personas desarrollan su actividad social mediante procesos de socialización en las instituciones sociales. La socialización política alude a un proceso de aprendizaje, internalización y expresión de esquemas mentales y comportamientos relacionados con lo político en general y la política institucional en concreto. Este proceso es transversal a la participación en las instituciones sociales, dado que toda institución manifiesta implícita y explícitamente nociones sobre lo político (Portillo, 2015, p. 4, citando a Benedicto y Morán, 1995).

Para este trabajo, se ha seleccionado el método biográfico, que se centra en la experiencia de vida de las personas para comprender la realidad social (Denzin, 1989). Desde dicha premisa, se han desarrollado diversos enfoques y herramientas metodológicas, pero la técnica de recogida de datos principal es la entrevista, en distintas modalidades. Cuestionado por su experiencia vital, el entrevistado proporciona un relato sobre su vida y la realidad que la contextualiza. El relato constituye un mecanismo básico en la construcción discursiva de la realidad. Personas y grupos atribuyen y se atribuyen significado mediante narraciones, es decir, historias sobre ellos mismos y sobre cómo funciona el mundo (Polletta, Chen, Gharrity Gardner, y Motes, 2011). El relato de vida se basa en, pero no es, lo vivido; se trata de una reconstrucción a partir de la memoria del informante (Portelli, 1989) y de la situación de entrevista (Taylor y Littleton, 2006). Es una forma discursiva que describe, en la temporalidad, prácticas sociales, instituciones y universos simbólicos en clave biográfica. El informante narra su protagonismo en la historia; en sí mismo, en su singularidad biográfica, refleja procesos sociales que atraviesan la sociedad.

La literatura con enfoque biográfico encuadra los procesos sociobiográficos en categorías analíticas temporales como itinerario, curso de vida, trayectoria y carrera. En el estudio de la acción colectiva contestataria, las investigaciones se inclinan por trayectoria o carrera, conceptos equivalentes (Fillieule, 2015).

Este trabajo se ciñe a la trayectoria política de los participantes del Conaci, incluyendo la participación en este grupo como parte de la trayectoria. Se emplea la categoría punto de viraje (PV) para conceptualizar cambios sustantivos en las trayectorias. El PV inicia con un incidente detonador y se confirma cuando a raíz del incidente la persona reorienta la trayectoria. El PV no es una categoría impuesta por el investigador, sino una construcción del propio informante, quien mediante formas narrativas expresa que se trata de un PV, es decir, interpreta su experiencia, en un punto temporal determinado, como transformadora a largo plazo (Hackstaff, Kupferberg, y Négroni, 2012).

La selección de la muestra de informantes y la recogida de datos biográficos se llevaron a cabo en el marco de una investigación etnográfica del Conaci en la Ciudad de México, entre noviembre de 2014 y diciembre de 2017. Se realizaron dos rondas de entrevistas semiestructuradas orientadas a obtener relatos de vida centrados en la experiencia política (Vela Peón, 2013, pp. 76-77). La primera ronda, entre noviembre de 2015 y febrero de 2016, tuvo como objetivo analítico elaborar las trayectorias políticas. Incluyó, además, un ejercicio de asociación libre de palabras relacionadas con la política. La segunda, en agosto de 2017, sirvió para completar las trayectorias con la participación en el Conaci y para contrastar la experiencia de participantes y exparticipantes. Dado el reducido número de participantes, se entrevistó a todas las personas disponibles. En la primera ronda fueron trece informantes, cuatro mujeres y nueve hombres, de entre treinta y ocho y sesenta y seis años. Once participaban activamente, uno puntualmente y el otro durante unos meses. En la segunda ronda se entrevistó a ocho personas, dos mujeres y seis hombres, en la misma franja de edad. Cuatro continuaban participando y los demás se habían desvinculado. Seis habían sido entrevistados en la primera ronda. Las entrevistas fueron grabadas, con permiso de los informantes, para su posterior transcripción y análisis.

En cuanto al procedimiento de análisis, los relatos de vida evidencian la presencia de procesos sociales cuando su comparación genera patrones. Por tanto, el análisis debe ser comparativo (Bertaux, 2005, p. 73). Los relatos pueden examinarse mediante análisis temático, estructural, de niveles, y de categorías biográficas (Bertaux, 2005, pp. 95-101).

El análisis temático identifica tópicos comunes en los relatos; el estructural se centra en la forma narrativa en sus múltiples dimensiones (Franzosi, 1998); el de niveles navega sobre la articulación sociobiográfica, distinguiendo entre el plano macro u objetivo-estructural de la realidad, el plano meso o relacional-grupal, y el plano micro o biográfico-posicional (Guerrero, 2014, p. 138); el análisis de categorías biográficas comprende la revisión de relatos mediante conceptos propios de las trayectorias, como los PV. Se emplea una combinación de estos enfoques.

El presente artículo se centra en tres temas directamente relacionados con la pregunta de investigación: 1) la construcción vivencial de crisis de la democracia existente y su asunción personal con anterioridad al Conaci; 2) la construcción semántica de crisis y la asunción trascendental (utopía pospartidista) mediados por el Conaci; 3) la práctica de la asunción trascendental en o tras el Conaci, en concreto, el apego al apartidismo y la evolución de la utopía pospartidista. Asimismo, se evalúa la configuración de PV y se destaca la interrelación entre los niveles personal, grupal y estructural.

3. Resultados

3. 1 Construcción de crisis y su abordaje con anterioridad al Conaci

3. 1. 1 Origen del interés en la política y fuentes de influencia

Respecto al origen del interés político, las respuestas de miembros del Conaci recopiladas caen en dos bloques: cinco informantes indican su comienzo político durante la socialización primaria y los demás en la socialización secundaria.

Dos de estos cinco se identifican políticamente con su familia de origen y los otros tres expresan una diferenciación, pero solamente en una participante se conjugan las identificaciones familiar y de partido. La iniciación política de los participantes socializados secundariamente se distribuye entre la juventud, la adultez y la implicación en el Conaci.

Si se cruza el origen de la trayectoria con la actividad política de la familia de origen se observa una orientación a reportar el origen político en la niñez cuando existe actividad política en el seno familiar. Aquí destaca la figura del padre, que se erige como ejemplo o antiejemplo de la implicación política. Que las figuras femeninas estén ausentes refleja el dominio masculino de la política mexicana, especialmente en la época en que los informantes eran niños.

Otro dato que aporta información relevante sobre el interés en la política de los informantes son las personas influyentes en su visión política actual. Los resultados no se pueden interpretar por coincidencias, pues hay pocas, sino más bien por perfil: para este grupo, los periodistas de prensa y televisión no son influyentes. Es más, algunos entrevistados explícitamente critican estos medios por estar asociados con el poder. Esto contrasta con la inclinación por ciertos periodistas mexicanos de radio que aparecen como creíbles y, especialmente durante el dominio político del PRI, valientes (se mencionan a Jaime Saldaña, o José Gutiérrez Vivó). Sin embargo, las figuras más citadas no son periodistas, sino agentes de cambio social, concretamente críticos sociales y líderes religiosos. En consecuencia, es plausible que la crítica al establishment político esté parcialmente inspirada por estos personajes asociados con la transformación social. De hecho, dos informantes ubican su convicción apartidista a partir de la lectura de textos de un crítico social y un líder religioso, esto años antes de conocer el Conaci.

3. 1. 2 Puntos de viraje

Los PV hallados encajan en cuatro categorías: el paso de la ingenuidad política del adolescente al rechazo de los partidos políticos; el cruce de la esperanza electoral al descrédito de los partidos; el giro de cierta inactividad o indiferencia social a un deseo de mejorar la sociedad; y el cambio de la apatía política o rechazo de los partidos a la participación en el Conaci.

En general, en los entrevistados se advierte una tendencia a la decepción electoral, que lleva al descrédito de los partidos y que predispone a estas personas a radicalizar su posición de crítica partidista cuando llegan al Conaci. No es preciso que tal descrédito se origine en una experiencia de PV: puede experimentarse de forma más difusa, mediante un sentimiento de apatía política, o progresivamente. De una forma u otra, todos los informantes reportaron un rechazo de los partidos políticos.

Una segunda tipología de PV deriva del ámbito de pertenencia y la temporalidad (Tabla 1). El ámbito puede ser aquel que se considera tradicionalmente como político u otro ámbito no político. La temporalidad puede ser histórica, con acontecimientos objetivos, que parecen suceder al margen de la voluntad de la persona y que además son de interés público, o puede ser biográfica, con eventos que se configuran mediante la agencia de la persona y que en general no son de interés público.

Tabla 1 Tipología de PV según ámbito y temporalidad
Ámbito político (tradicional) Otro ámbito
Acontecimiento
histórico
Mario y Epifanio:
movimientos estudiantiles
de los años sesenta.
Ignacio y Gerardo:
alternancia presidencial de
2000.
Tamara: cierre de
campaña de precandidato
delegacional
. Ignacio: campaña
presidencial de 2012.
Evento
biográfico
Ramona, Tamara, Verónica,
Iván, Ricardo, Gerardo,
Marcelino, Erasmo:
encuentro con el mensaje
del Conaci.
Alberto: creación de una
asociación para organizar
a funcionarios; liderazgo
de un evento del Conaci
Ciudad de México (CDMX).
Epifanio: plática con
compañero con ambición
política.
Erasmo: crisis por la
muerte de su madre.
Iván: lectura de
Osho.
Verónica: lectura de
libro de J. Bochaca.
Epifanio: regreso del
interés por escribir.
Horacia: perder el miedo
a represalias laborales
al alcanzar la edad de
jubilación.
  • Fuente: elaboración propia. Los nombres de los miembros de Conaci fueron cambiados para respetar su anonimato.

La experiencia de acontecimientos políticos como PV implica una vivencia de los límites que la realidad objetiva impone sobre los deseos personales. Por ejemplo, con la represión de los movimientos estudiantiles de los años sesenta, Mario y Epifanio experimentaron la brutalidad del Estado. Se trata de experiencias que las personas construyen como injusticia, pero un mismo acontecimiento puede ser vivido o recordado similar o distintamente: mientras Mario vincula su intervención en las movilizaciones estudiantiles al descrédito partidista, Epifanio asocia esa misma participación a un deseo de contribuir a la mejora social.

En segundo lugar, los eventos no políticos como PV sugieren una vivencia de trascendencia de los límites de la realidad subjetiva. Mediante esa experiencia trascendental, se produce una trasformación de la persona frente a la realidad social: siente que ha superado una forma de ser o entender, que ahora queda obsoleta.

En la categoría de eventos políticos se ubica, para participantes con identificación moderada o fuerte con el Conaci, el PV de encuentro con el grupo. En este viraje, el Conaci se presenta como vehículo para trascender biográficamente la injusticia política histórica. Si en el primer cuadrante la injusticia parece resistente a la agencia biográfica, y en el cuarto la transformación se centra en el sujeto, en este, el Conaci aparece como una solución al problema de cómo transitar, biográfica y colectivamente, de la injusticia a la justicia política.

Un acontecimiento histórico que plausiblemente marcó las trayectorias políticas fue la alternancia presidencial de 2000. ¿Supuso un PV para los participantes del grupo estudiado? En realidad, solamente Ignacio y Gerardo se expresan en ese sentido. Ahora bien, otros tres informantes indican que esa elección les generó expectativas positivas que luego fueron decepcionadas, aunque no aprecian la coyuntura como PV. En los cinco casos, votaron por la alternancia (Fox).

Por otro lado, siete participantes afirman no haber tenido expectativa alguna respecto a la elección de 2000. Para ellos, la elección de Fox fue una mala noticia porque simpatizaban con otros candidatos, pensaban que no iba a cambiar nada o no les gustaba Fox. El décimo tercer informante sintió ambivalencia, y dijo que votó por el menos peor. Marcelino es la única persona que rescata algo positivo: destaca la entrada de un nuevo partido a la Presidencia, pero señala que Fox quedó a deber, es decir, no cumplió todas sus expectativas. En consecuencia, pese a no ser considerable como PV, sí se puede apuntar que para este grupo la alternancia presidencial contribuyó al descrédito de la política partidista.

Aparte de los dos PV basados en la alternancia presidencial, las elecciones de 2006, 2012 y 2015 se entrelazaron con PV biográficos de Verónica, Tamara, Ignacio y Ricardo. Para Verónica, la participación en el plantón de López Obrador, en 2006, fue la antesala a la obtención fortuita de un libro cuya lectura considera "un despertar […] un abrir de ojos, de conocer la realidad, de lo que nos está sucediendo hoy en día" (Verónica, 2016). Por su parte, Tamara colaboró voluntariamente en la campaña de un precandidato delegacional del Partido Acción Nacional (PAN) para la elección de 2012; un día cerraron la oficina de campaña, sin aviso ni agradecimiento, y ella se sintió utilizada y muy enojada. El mismo año, durante la campaña presidencial, Ignacio empezó a expresar en el espacio público su deseo político apartidista, inicialmente a través de internet y luego intentando participar en el #YoSoy132. Finalmente, Ricardo relaciona su encuentro con el Conaci en 2015 con la anulación de su voto. Todos estos casos alertan sobre la incidencia de la estructura política-electoral en los niveles micro y meso de la acción política.

3. 1. 3 Prácticas políticas

En cuanto al comportamiento electoral, las trayectorias políticas de los entrevistados muestran un consenso contra el PRI, pero diversidad en el apoyo a otros partidos. Antes de Conaci, seis participantes se identificaban con un partido: tres votaron consistentemente por el PAN y tres favorecieron al Partido de la Revolución Democrática (PRD) (y luego al Movimiento de Regeneración Nacional -Morena-). Los demás, cuando votaron, lo hicieron por distintos partidos, según la elección. Esto demuestra que el Conaci no atrae a un único perfil ideológico.

Dicho esto, se observa una marcada tendencia a la abstención o anulación del voto, que se inició en 2006 y alcanzó su cenit en 2015. La razón que los informantes dan de esta desvinculación electoral radica en la crítica del Conaci a un sistema político-electoral corrupto: el voto solamente serviría para legitimar ese sistema (cuatro personas dejaron de votar con anterioridad a su ingreso al Conaci, cosa que indica una reconstrucción a partir del grupo del motivo abstencionista o anulista).

El ciberactivismo constituye otro bloque de actividad política significativa. Los informantes aluden a internet, principalmente la red social Facebook, como fuente de información, interacción y difusión política. Esta práctica se ha intensificado durante la participación en el Conaci, con vistas a promover el grupo para el público en general y a desarrollar su cohesión interna. Como señala Warner (2002), a través de las denominadas redes sociales, circulan narraciones que construyen contrapúblicos.

Por otro lado, seis informantes señalaron participar o haber participado en otros grupos de protesta (aparte de movimientos estudiantiles de los años sesenta y setenta). Ahora bien, la mitad de estos expresa una identificación débil con el Conaci. Por tanto, los participantes activos de este grupo no poseen un historial y repertorio sustantivos de prácticas políticas. Más bien, están experimentando en el Conaci su primera acción política colectiva y, como adultos independientes, su primera socialización secundaria en prácticas políticas presenciales no-electorales. Son personas que han compatibilizado posicionamientos políticos de evasión (a la vida cotidiana, alejada de la política institucional) e insistencia (mediante el voto) con anterioridad al Conaci.

3. 2 Construcción de crisis y su abordaje apartidista mediados por el Conaci

3. 2. 1 Origen del apartidismo trascendental

Los informantes reportan tres maneras en que se produce el origen de su interés en el apartidismo como paradigma político: lecturas realizadas años antes de saber del Conaci (dos entrevistados); la decepción que sintieron a raíz de experiencias políticas (cuatro); y la vinculación al Conaci, ya sea por invitación (dos) o por informaciones recibidas -particularmente videos en Facebook- sobre el Conaci, generadas por su líder nacional (cinco). Coexisten, pues, una tendencia que ubica el origen del apartidismo en el grupo mismo y otra que ubica su inicio en tiempo anterior y mediado por experiencias o aprendizajes políticos. Asimismo, se observa una fuerte correlación entre implicarse en el Conaci por iniciativa propia y sentir que el grupo le habla a la experiencia política previa. En fin, una mayoría de informantes establece la triple relación Conaci-apartidismo-PV.

Una pregunta es por qué, en ese camino de decepción con la política partidista, estas personas no se decepcionaron totalmente y se volvieron políticamente apáticas. Por qué, en cambio, ocurrió que radicalizaron su crítica partidista con su participación en el grupo. Boldt (2012) ha estudiado la radicalización de la identidad étnica en trayectorias de migrantes, y es posible establecer una analogía entre el proceso de identificación étnica y el de una identificación política crítica del partidismo: si algunos migrantes consiguen integrarse en su nuevo entorno cultural, a otros el choque cultural los etnifica. De la misma forma, algunos ciudadanos se adaptan a la decepción con la política partidista volviéndose apáticos, pero en otros esa decepción los conduce al apartidismo radical.

3. 2. 2 Diferenciaciones de la política e identificación con el apartidismo

El vocablo política es objeto de diferenciación en los entrevistados. Hay una tendencia a la incomodidad cuando son cuestionados en torno a la trayectoria política. La naturalización de política con partidos políticos y políticos profesionales comprende una delimitación del uso de la palabra y un distanciamiento de ella cuando se discurre sobre la propia vida. Esto implica distintas estrategias lingüísticas: unos informantes distinguen entre activismo/lucha y política, otros emplean política ambiguamente, y otros sienten la necesidad de definir política o justificar su uso. Esta ambivalencia se refleja en los resultados de la categoría la política en el ejercicio de asociación libre de palabras (Tabla 3). También, cabe señalar diferenciaciones claras respecto a la política institucional. La Tabla 2 muestra los términos con asociaciones normativamente negativas que, además, superan a las asociaciones positivas en más de 35%.

Tabla 3 Palabras "gatillo" vs. porcentaje de palabras asociadas por categoría normativa
% palabras
asociadas
Ciudadano Política Democracia Apartidismo Congreso
Nacional
Ciudadano
Positivas 41 19 33 54 76
Negativas 52 42 59 4 7
Neutro 7 39 8 42 17
  • Fuente: elaboración propia.
Tabla 2 Palabras "gatillo" vs. porcentaje de palabras asociadas por categoría normativa
% palabras
asociadas
Partidismo Partidos
políticos
Políticos Gobierno
Positivas 3 0 7 16
Negativas 83 92 88 53
Neutro 14 8 5 31
% palabras
asociadas
Estado federal Elecciones Candidato
independiente
Ciudadanía
Positivas 4 2 14 28
Negativas 47 61 59 67
Neutro 49 37 27 5
  • Fuente: elaboración propia.

Junto a partidismo, se confirma la tendencia a ubicar partidos políticos, políticos y Gobierno en una categoría normativa negativa. Este último término no despierta tanto rechazo, ni Estado federal, pero tampoco genera simpatía. Elecciones se entiende como una extensión de política partidista. Más inesperados son los resultados normativos de las dos palabras restantes, candidato independiente y ciudadanía: a priori, parecería que ambos actores estarían vinculados más a una solución que a una crítica, pero el candidato independiente, como las elecciones, está asociado al fraude electoral y la complicidad con el sistema político partidista. Es decir, los participantes del Conaci no ven a esta nueva figura política como un contrapeso de los partidos, sino como una extensión de estos, una simulación. Desde esta representación, los candidatos no serían realmente independientes, sino otro mecanismo partidista de cooptación. En cuanto a la ciudadanía, las asociaciones remiten a una percepción de apatía, ignorancia y pasividad.

Si candidato independiente y elecciones se asocian particularmente con el fraude electoral, partidos políticos y políticos se conciben principalmente como corruptos y mentirosos, el Gobierno como corrupto y opresor, y partidismo como interés privado corrupto, sin confiabilidad ni futuro. En contraste, ciudadano, política y democracia presentaron mayor ambigüedad asociativa (Tabla 3).

Por otro lado, ciudadano genera mayor aceptación que ciudadanía: se asocia con apatía e ignorancia, pero también con lucha. Cuando se individualiza el concepto, aparece la posibilidad de agencia.

En cuanto a política, aunque las asociaciones negativas doblan las positivas, es significativo el elevado porcentaje de términos neutros. A pesar de su naturalización como política partidista, política no produce tanto rechazo como los términos directamente relacionados con el partidismo.

Por último, democracia tampoco despierta demasiado entusiasmo. Las asociaciones negativas doblan las positivas, pero aquí hay más polarización. Los informantes asocian este término con ideal difícil y fracaso, lo cual atestigua su decepción con la democracia existente. Esta desilusión está vinculada a la expectativa de mejor o mayor democracia que se dio con la transición del régimen priista al pluralismo electoral.

En oposición a estos términos tradicionalmente políticos, apartidismo y Congreso Nacional Ciudadano conllevan fuertes connotaciones positivas (Tabla 3). El primero se asocia con familias de palabras que denotan compromiso, independencia y libertad, además de provocar expresiones definitorias como fuera de los partidos o no se mezcla con partidos. Al Conaci se le relaciona con lucha y tendencia. Estas cinco familias semánticas son complementarias y aluden a un deseo de cambio político.

3. 3 La práctica del apartidismo en o tras el Conaci

3. 3. 1 Apego al apartidismo

En la primera ronda de entrevistas, mirando hacia el futuro, se preguntó a los participantes sobre la continuidad de su trayectoria política si el Conaci de algún modo dejase de existir. El consenso fue que la desaparición del Conaci no afectaría el interés por una política apartidista: afirmaron que encontrarían otro grupo para seguir desarrollando esa inquietud. Incluso, algunos informantes reaccionaron negando la premisa: el Conaci no va a desaparecer. Tal determinación por rechazar esta posibilidad refleja una creencia totalizante en la capacidad del grupo de consolidarse.

En la segunda ronda de entrevistas, cuatro de los informantes ya se habían desvinculado del grupo en la Ciudad de México. Cabría comparar el posicionamiento de vinculados y desvinculados respecto al abordaje apartidista. En este sentido, la identificación ideológica con el Conaci de participantes y exparticipantes presenta convergencias y divergencias. En general, la participación en el Conaci facilita la internalización de elementos ideológicos propios del grupo y el reforzamiento de metanarraciones culturales que aportan cuerpo a esa ideología. Por su parte, la desvinculación debilita la identificación ideológica superficialmente (por ejemplo, respecto a citar al líder, o preocuparse por temas internos), pero las creencias base, particularmente el apego al apartidismo, muestran resiliencia.

En la continuidad y salida de participantes, se observa la misma valorización ideológica: como motivaciones para participar, los todavía vinculados plantean la continuidad de los principios ideológicos y las prácticas, lo cual señala el carácter prescindible de los líderes. Es decir, los integrantes son capaces de separar el liderazgo de los principios, cosa que sugiere una supervivencia social de esos principios más allá de liderazgos coyunturales. Por tanto, la participación ha supuesto una valorización de la práctica a la par de la ideología, y de la ideología por encima de liderazgos.

Por otro lado, de los cuatro exparticipantes entrevistados, tres se consideran todavía miembros del Conaci, aunque con diferentes grados de implicación, porque concuerdan con los principios ideológicos del grupo. Su salida del grupo en la Ciudad de México está relacionada con desacuerdos con el liderazgo local.

3. 3. 2 Cambio en las dimensiones de la utopía pospartidista

El Conaci plantea una utopía pospartidista integrada por tres dimensiones: crítica al partidismo actual, deseo de cambio de paradigma político, y transformación política del orden partidista a un nuevo orden apartidista.

Una revisión de las diferenciaciones lingüísticas en el discurso de los informantes en la segunda ronda de entrevistas confirma la dura crítica a políticos y partidos políticos, que se equiparan a (mal) Gobierno, sistema o régimen. La política institucional es corrupta o está podrida; sus actores no sirven para nada y son todos iguales, una élite opresora y manipuladora que se reparte beneficios a costa de la ciudadanía. En síntesis, partidos y políticos son la raíz de los males sociales y políticos del país. Esta demonización del partidismo concuerda con los datos obtenidos año y medio antes. La dimensión de crítica no presenta cambios sustantivos en este tiempo: vinculados o desvinculados, los informantes continúan aferrados a un relato antipartidista totalizante.

La segunda faceta utópica, el deseo de cambio, aparece particularmente en la pregunta final, abierta, de la entrevista. Seis de las ocho respuestas formularon anhelos relacionados con la mejora política, principalmente sobre los medios para alcanzar el cambio. Los cuatro integrantes vinculados se centraron en cómo llegar al paradigma apartidista a través del Conaci, en tanto que un exparticipante lo declaró su objetivo de vida y el otro dijo exhortar a todo el mundo a organizarse.

A excepción de Verónica, que ya no cree en movimientos, los informantes comparten dos apreciaciones sobre el cambio. Por un lado, la constancia en el quehacer activista, mediante fórmulas como "ese siempre va a ser mi objetivo" (Erasmo, 2017) o "yo creo que [voy a] seguir, seguir en la misma tónica" (Tamara, 2017). Por otro lado, el esfuerzo o sacrificio necesario, aunque no haya resultados tangibles a corto plazo: "picar piedra con alfiler, porque eso es lo que estamos haciendo" (Tamara, 2017); "no vamos a dejar de hacer lo que tengamos que hacer en esta lucha" (Gerardo, 2017).

Estas apreciaciones dibujan un deseo marco de los informantes que alude al cambio político como proceso lento, que requiere tenacidad y cierto método. Esto contrasta con el deseo original de alegría y esperanza indefinidas, desencarnadas, que transmitieron las primeras entrevistas. La experiencia de participación ha transmutado el entusiasmo inicial en sobriedad: seriedad psicológica y moral, mayor realismo, trabajo.

Este aterrizaje del deseo en la práctica se asemeja a lo que ocurre en cualquier proyecto político, que, tras la euforia de su fundación ideológica, debe enfocarse a la consecución de metas institucionales. Finalmente, el Conaci repite dinámicas típicas de grupos sociales, como los denostados partidos. En todo caso, el deseo apartidista del Conaci no es meramente constructivo, sino que implica la destrucción del partidismo.

Acerca de la transformación política, se preguntó a los informantes qué tan importante es para ellos el apartidismo y si este, como ideología, tiene fecha de caducidad o es para toda la vida. Las respuestas, junto al posicionamiento electoral, proporcionan una tipología de comprensión y práctica del apartidismo en o tras el Conaci (Tabla 4).

Tabla 4 Variedades de apartidismo en el Conaci capitalino
Variedad de
apartidismo
Rasgos clave Persona ilustrativa
Utópico antipartidista Futuro: México sin
partidos políticos.
Presente: boicot electoral.
Verónica
Utópico ortodoxo Futuro: partidos sin
privilegios* y sin control
del sistema político.
Presente: participación electoral.
Gilberto (líder
nacional), Ricardo,
Gustavo, Tamara
Utópico pragmático Futuro: partidos sin
privilegios* y sin control
del sistema político.
Presente: participación
electoral.
Anacleto,
Marcelino
Coyuntural Futuro: México con
partidos.
Presente: participación
electoral.
Heraclio, Erasmo
  • * Por ejemplo, financiamiento público.
  • Fuente: elaboración propia.

El pospartidismo mediado por este grupo se articula en dos ejes temporales, presente y futuro, relacionados con el comportamiento electoral y la visión de los partidos políticos, respectivamente. El apartidismo coyuntural no representa una forma utópica, dado que no propone finalmente una ruptura con el paradigma partidista. Además, esta modalidad no se compromete con el apartidismo indefinidamente: tanto Heraclio como Erasmo se manifestaron abiertos a apoyar algún partido o candidato independiente en el futuro, aunque ahora se declararan apartidistas. Ahora bien, las otras tres variedades de apartidismo sí son utópicas, con diferentes matices según los ejes mencionados y con un compromiso indefinido.

De la Tabla 4 destacan dos puntos. Por un lado, los apartidismos utópico antipartidista y coyuntural comprenden solamente a exparticipantes. Cabría investigar, con más miembros desvinculados, si esta correlación se mantiene y por qué. Por otro lado, la eliminación o continuidad de los partidos políticos constituye una ambivalencia ideológica presente desde el principio y que todavía no se ha resuelto. Entre vinculados, permanece una división ortodoxa-pragmática.

Esto último recuerda a los grupos doctrinarios, que frecuentemente también albergan tribus, escuelas o tendencias rivales. Una vez más, el Conaci se comporta como su enemigo, el partido político, pero más allá de quién es el actor central -político partidista vs. ciudadano apartidista-, la discontinuidad partidismo-apartidismo está marcada por la definición e indefinición, respectivamente, del escenario político futuro, con todo lo que ello implica.

La crítica negativa y totalizante al partidismo se ha mantenido estable en el Conaci, incluso en aquellas personas que se han desvinculado del grupo en la Ciudad de México. El deseo de cambio político ha madurado hacia un mayor realismo, y estancado parte del entusiasmo original. A algunos, ese realismo los conduce a salir de este grupo local; la comprensión de la transformación al apartidismo se ha vuelto heterogénea, aunque continúa siendo vaga.

Conclusión

A grandes rasgos, los participantes del Conaci confirman la opinión pública, las representaciones sociales de jóvenes y los marcos de diagnóstico del #YoSoy132 acerca de la democracia mexicana. No obstante, han adoptado una posición todavía minoritaria en la población: que la democracia representativa realmente existente ha fracasado irrevocablemente y, en consecuencia, es preciso trascender ese paradigma caduco y apostar por una democracia pospartidista. El #YoSoy132 vislumbró esta opción utópica tras la elección de Peña Nieto en 2012, y la tragedia de Ayotzinapa en 2014 ha facilitado el surgimiento de otros grupos (Nueva Constituyente Ciudadana-Popular, Por México Hoy, Wiki-política México, Nosotrxs) que, como el Conaci, reclaman trascender la intermediación de los partidos políticos.

Las trayectorias políticas examinadas en este artículo permiten responder las dos preguntas de investigación planteadas al inicio. Se constata que la construcción social de la crisis democrática es multidimensional, y se produce a nivel sincrónico y diacrónico en las diversas instituciones sociales en las que las personas participan. De las trayectorias, destacan PV que integran decepciones electorales y otras experiencias desagradables con la política institucional, en lo que la alternancia presidencial resulta un caso paradigmático. El rechazo a políticos y partidos se enlaza con la desconfianza en los medios de comunicación masiva, que, como afirmó el #YoSoy132, parecen cómplices de la dominación partidista. La mentalidad wikileaks -que asocia Internet con verdad informativa- contribuye significativamente al descrédito de la dupla política-medios; así, los Conacis prefieren Facebook para construir la realidad política.

Un asunto central en toda construcción social es su posible objetivación como natural, inevitable o necesaria, cosa que la hegemonía fomenta (Berger y Luckmann, 2012, pp. 114-118). En este sentido, la hegemonía electoralista-neoliberal pretende imponer el pluralismo electoral como democracia, pese al evidente descontento popular. Así, la democracia existente se estila irreformable en su diseño y fundamento: intermediación y dominio de los partidos políticos. El mensaje político hegemónico es que la política es esto y sólo esto; no hay alternativa; cualquier otra cosa es peor (y lo mismo sobre la economía neoliberal).

La evasión o la insistencia, como respuestas a la crisis democrática, se mueven en el espacio de aceptación del statu quo político en el que deambularon los informantes durante décadas. El pospartidismo del Conaci transgrede la hegemonía y abre la puerta, al menos, a la imaginación utópica. Aunque algún participante por sí mismo haya podido plantearse el apartidismo radical, el grupo tiene el mérito de resonar con marcos extendidos en la ciudadanía mexicana (Snow y Benford, 1988), plantear una solución y proporcionar un canal para la expresión de estos marcos. Que el perfil ideológico de los participantes sea diverso atestigua la transversalidad de los marcos; que su experiencia política sea mínima señala la capacidad movilizadora tanto de los marcos de diagnóstico como del pospartidismo. En esta línea, el seguimiento del Conaci indica que la solución pospartidista, como la crisis partidista, se asienta en la (inter)subjetividad y puede sobrevivir a las coyunturas y los grupos que le dan forma.

Ahora bien, la dimensión transformacional de la utopía pospartidista del Conaci alberga cierta ambigüedad, producto de la respuesta al orden partidista. En consonancia con la hipótesis formulada inicialmente, se observa cierto pragmatismo por parte de un sector de los Conacis que abraza el apartidismo pero se reserva el derecho a la participación institucional -concretamente, el voto-para incidir en la política hegemónica. Queda abierta la pregunta de qué tanto y cómo puede un posicionamiento trascendente negociar con la realidad presente en su misión de transformarla. El Conaci, más bien, se inclina por un distanciamiento de la política institucional, que finalmente le ha marginado del panorama político. Sin embargo, la emergencia de otros grupos pospartidistas sugiere que la democracia existente en México ya no puede reducirse al pluralismo electoral, pero esto deberá ser comprobado por investigaciones empíricas adicionales que desarrollen el estudio del pospartidismo.